Nada que perder [Howard]

No tuvo que esperar demasiado a que la pequeña se despertara, con sobresalto incluido para ambos, pues no se esperaba que se levantara tan de golpe. Habría tenido una pesadilla o algo por el estilo, pues parecía alterada y descolocada, miraba a su alrededor como si no recordara dónde se encontraba, pero poco a poco pareció calmarse.

Pero poco duró la tranquilidad y la tensa sonrisa en el rostro del científico, pues tanto él como la niña se dieron cuenta a la vez de que ella seguía teniendo las extrañas orejas de animal erguidas y perfectamente visibles. De repente, con una mezcla de valor y vergüenza la pequeña se destapó y puso en pie, sin pretender ocultar ya más la cola y las orejas.

Howard balbuceó sin ser capaz de decir nada en concreto... y en ningún idioma conocido por el ser humano; estaba en blanco. No sabía ni qué decirle ni cómo reaccionar. Onire acabó dando el primer paso, diciendo que era un demonio... ¿También había demonios? ¿No bastaba con vampiros y licántropos?

Al poco se sienta, jugueteando nerviosa con las manos, frotándoselas como si le sudaran, completamente incómoda. Howard estaba igual, todavía no sabía qué decirle, todo eso le venía algo grande por muy listo que fuera. Pero era ahora cuando esa niña más lo necesitaba, eso es, no era más que una niña por muy demonio que fuera, y parecía no tener a donde ir... ¿Y si sus padres habían muerto a manos de un cazador de demonios igual que él había estado cazando vampiros y hombres lobo?

Cuando al fin se había decidido a hablarle y decirle que estaba dispuesto a apoyarla, levantó la cabeza y se encontró a la niña de cuclillas en la ventana que había al lado del televisor, abierta de par en par y dispuesta a tirarse... ¡Era un quinto piso! Por muy demonio que fuera no podría caer bien a tanta distancia.

Inconscientemente, con un acto totalmente involuntario, Howard se levantó de la butaca en la que se encontraba y con dos enormes zancadas llegó hasta la ventana y cogió a la niña por aquello que tenía más al alcance: la cola. La cogió de un tirón y la quitó de la ventana, manteniéndola en el aire cogida por la cola... era increíble lo poco que pesaba... ¿Cuanto tiempo llevaría sin comer bien esa niña?

-行かないで- Al ver que la camiseta que llevaba empezaba a resvalarle por el cuerpo, Howard la soltó de la cola y la cogió por debajo de las axilas, mirándola fijamente -私はあなたを傷つけることはありません- Con calma, para no asustarla, la bajó al suelo y con gestos bastante indefinidos, le indicó que esperara un momento y que mirara con atención. Se arrodilló delante de ella y señaló la ventana. La persiana era una de esas novedades que funcionaban con mecanismo eléctrico. Se concentró unos segundos, respirando profundamente y chasqueó los dedos, de los cuales salió una chispa y la persiana bajó lentamente hasta quedar cerrada.

Al quedar a oscuras, realizó otro chasquido con los dedos, pero ésta vez varias veces, y una a una las luces de la casa se fueron encendiendo, iluminándolo todo.

-今、あなたは私の秘密を知っている- Dijo con una cálida sonrisa, mientras tomaba sus pequeñas manitas y acariciaba sus rosadas mejillas -私たちは続けるのですか？- Decía mientras se señalaba a sí mismo y luego a ella, para darle a entender que podían guardar el secreto el uno del otro.

Me pierdo en mis divagaciones y no capto con mis orejas las rápidas zancadas de Howard hacia mí. Me sujeta de la larga cola rojiza y tira con todas sus fuerzas. Noto el tirón de esta extremidad por todo mi cuerpo. El dolor se me atasca en la garganta. Los dedos de mis manos se estiran, sacando las uñas, y doy zarpadas en el aire. Alguien debería decirle que tirar de la cola de un animal es muy doloroso. Ahora entiendo porqué los perros y los gatos reaccionan tan agresivamente. Los espasmos nerviosos me recorren el cuerpo una y otra vez.

“¡Bájame humano mísero y estúpido!”, pienso con amargura. Si me suelta, le abro en canal, lo juro. Como si me leyera la mente, Howard me sujeta por debajo de las axilas y me deja caer al suelo lentamente. Me dedica una mirada compasiva. Lo que me faltaba, ahora debo parecer la pena en persona. No quiero tu caridad. Le miro con el ceño fruncido, aún molesta por cogerme de la cola. Hincho los mofletes y acaricio mi cola sin parar, siguiendo el sentido del pelaje. Paso los dedos por los mechones desde el nacimiento hasta los pelos de la punta. No volveré a dejar que nadie me la pise ni me tire de ella. Como un tesoro, la abrazo mientras miro mal al humano. Balbuceo maldiciones por lo bajo y sigo peinando con mi mano la cola.

Howard también balbucea algo y no para de señalar la ventana. Siento magia. Sí, algo mágico dentro de él salir a la habitación. En la ventana se bajan las persianas a sus órdenes. Con un simple chasquido de sus dedos. A continuación, todas las luces de la casa se encienden con una luz indescriptible con el mismo movimiento de dedos. No hay fuego, ni velas ni lámparas. Es una fuerza nueva, que no conozco. Esto no es fuego, ni agua, ni cualquier otro poder. Es algo nuevo para mí. Sólo puedo expresar en mi cara lo atónita que estoy. Aquel humano no es un simple mortal. ¿Es un demonio o un exorcista?

Me cogió de mis manos y me acarició la mejilla y me susurró en mi idioma que nos guardaríamos el secreto. ¡Qué misterioso es todo esto! Entonces, ¿los humanos de este país no pueden tener esta magia? Asiento sin saber qué decir todavía. Este humano cree que mi único secreto es ser demonio con forma de zorro. Mejor que lo siga creyendo, yo sé su secreto. Puedo usarlo en su contra y ya veremos si es verdad que es capaz de “protegerme”. Entonces se me ocurre que podría amenazarlo para borrar de su cabeza estúpida la piedad por mí.

Me separo de él unos pocos pasos. Los calambres de la cola han dejado de importarme. Invoco en las palmas de mis manos un fuego azulado que transmite calor a toda la habitación mientras bajo mis pies se abre un pequeño agujero oscuro. Salto un metro y envío estas dos llamaradas a ese condenado agujero que desaparecen en la oscuridad del portal. Del círculo negro, se asoma un ser amorfo, con dos patas y ojos azules de zafiro que olisquea el aire y se traga todas las luces de la habitación.

-あなたは私を裏切る場合 -comienzo a decir mostrando los colmillos, mordiéndome los labios con rabia - 私は深い闇にあなたを送る誓う -señalo el oscuro agujero - そして、私は魔法があなたを助けにはなりませんことをお約束.

Dicho esto, chasqueo los dedos, con la misma chulería que él hizo antes y tanto el agujero negro como la criatura desaparecen. Me acerco a él de un saltito y pego mi nariz a la suya. Le rodeo por el cuello con mis delgados brazos y la cintura con mis piernas mientras mi cola se mueve inquieta de un lado a otro.

-私はただの友達以上になることができると思う -sonrío y entrecierro los ojos con picardía.

Onire no parecía muy agradecida de haber sido “cazada” justo antes de saltar por una ventana que lo menos que podía costarle sería varios huesos rotos. La pequeña tenía la piel de gallina, los ojos llorosos y no paraba de mirarle con el ceño fruncido mientras se acariciaba la cola sin parar. Sabía que para los animales un tirón en la cola era bastante doloroso, pero seguía sin asimilar el parecido animal que tenía la niña, él prefería seguir viendo a una pequeña e indefensa niña humana aunque no lo fuera.

Por suerte para él, pareció que el espectáculo con las persianas y las luces encendiéndose a diferentes intensidades la fascinó y distrajo lo suficiente como para cambiar la expresión de enfado en su rostro por una de absoluta sorpresa. Onire se quedó perpleja varios segundos mirando las luces, y luego, como si una bombilla se encendiera en su mente, se soltó de las manos de Howard y se alejó unos pasos y puso en plano las palmas de sus manos, apareciendo en ellas un fuego azulado que levitaba en el aire, en contra de toda lógica física (algo que a Howard irritaba). Las llamas se adentraron en un agujero negro que había aparecido a píes de la niña, y cuando Howard ya se esperaba lo peor, del agujero apareció un simple ser amorfo, algo más pequeño que la propia Onire.

No era la primera vez que ante él aparecía un ser de la oscuridad como él los llamaba, había muchos vampiros que habían ido tras él que los utilizaban para intentar atraparlo, y había visto cosas bastante más terroríficas que ese pequeño (y casi divertido) ser. Sin embargo, ya había metido la pata una vez, ésta prefirió fingir sorpresa rápidamente y absoluta seriedad, no quería ofender a la pequeña Onire que parecía intentar mantener un estatus digno para ella... pero sus dudas se confirmaban; demonio o humana, no era más que una niña.

Howard hizo caso a su “amenaza”, asintiendo con fingidos temblores y seriedad absoluta. Tras su pequeña charla, hizo desaparecer a la criatura oscura. Howard creyó entonces poder respirar tranquilo, pero eso no duró ni unos pocos segundos. En un instante, Onire se abalanzó sobre él, provocando un roce entre sus narices y hasta se tomó la libertad de aferrarse a él usando sus brazos y sus piernas.

Tuvo que tragar saliva y cerrar los ojos para alejar el primer pensamiento que se le vino a la mente, y es que la niña no llevaba ropa interior y se estaba aferrando a él en una zona muy problemática... aquel ataque seductor era incluso más peligroso que cualquier ser oscuro que pudiera salir de un agujero negro en el suelo. Para sus ojos, Onire debía ser una niña, pero su subconsciente jugaba con él haciéndole ver lo contrario y es que de niña tenía poco más que su aspecto. Sus movimientos, sus miradas, sus palabras, todo se había desarrollado en ella excepto su cuerpo... ¿Qué tan peligroso podía llegar a ser eso para un hombre como él que apenas había tenido trato con el sexo opuesto?

Un momento... ¿Y si estaba fingiendo? A lo mejor seguía haciéndose la amenazante y por eso se le había exhibido de esa manera tan desproporcionada. ¿Hasta qué punto seguía siendo una niña y no una desvergonzada adulta? Si había un momento para descubrirlo debía ser ahora, cuantas más cosas quedaran claras desde el principio mejor para saber a qué se enfrentaba.

Así que en un alarde de autocontrol absoluto, se subió las gafas y la miró provocador y hasta sensual, pasando un brazo por debajo de las caderas de la pequeña para darle un mejor apoyo y mantuvo la distancia entre ellos, tocando con su nariz la de ella.

-それはかなりです- Decía mientras se aseguraba de tener la mano alejada de las nalgas de la pequeña diablesa, todavía no quería ir a la cárcel por algo así -しかし、あなたは単なる物理的な接触以上の何かが必要になります... あなたは私はもっと何かをしたい場合- Obviamente eso era un farol, hacía falta incluso menos de lo que estaba exhibiéndose ya la pequeña para incomodarle.

Las manos del humano acarician mi piel y su brazo lo coloca debajo de mis posaderas. Abro los ojos, asustada. El contacto de su nariz con la mía despierta un salvaje instinto en mi interior. No corresponde a mi parte demoníaca, sino al animal. Veo pasar mi vida en microescenas. Más de un centenar de años resumidos. Pero veo otros recuerdos que no conozco, los del kitsune. De pronto, es como si supiera qué debo hacer. El animal que llevo dentro pide la mayor posesión de mi autodeterminación. Y por unos minutos, le concedo el mando.

Sonrío mostrando los afilados colmillos. Ladeo la cabeza, entrecierro los ojos y bajo un poco la mirada. Mi nariz sigue en contacto con la de Howard, perfecto. Abro los labios y mi lengua sale lentamente a marcar un surco en los labios inferiores del humano. Con un dedo índice jugueteo con un mechón de su cabello. Acaricio el húmedo labio mientras le miro con los ojos oscuros. Me muevo autómata encima suyo y vuelvo a acariciar su nariz con la mía. La parte animal quiere seducirlo. Tal y como he visto en sus recuerdos, se alimenta engañando a los humanos y... No, no puedo permitir esto. Antes de que le bese, golpeo con mi cabeza a la cara de Howard, me alejo de él dando una doble voltereta hacia atrás.

Estuvo cerca, demasiado. mi mente trabaja a mil por hora. No controlo a mi mitad y tampoco sé de qué es capaz. “Si sólo tengo 125 años. Es pronto para mí y más...”, miro a Howard. Ni hablar, esta cosa no será el primero en darme un beso. Le miro con los mofletes hinchados y frunciendo los labios. Si es un humano y apesta. Literalmente, huele mal. mi respiración agitada se vuelve a compasar rítimicamente. “Por poco beso a... Buaaaagh”. Es como besas un sapo con berrugas y cubierto de moco. Me recompongo y le vuelvo a mirar. Le he dado un fuerte golpe con mi cabeza. Le miro y sonrío. Le he dado un golpe con mi cabeza. “Con tu dura mollera”, me reprendo, sí, pero me he defendido. Empiezo a reír jovialmente.

-Howard, sopa-y vuelvo a reír tan absurdamente y eliminando de una vez el estrés.