Nada que perder [Howard]

“Eso es. No tengo nada que perder”, pienso. Miro convincente a la sacerdotisa que tengo delante, una mujer de pelo negro como el carbón y tez pálida. De su cuello cuelga tintineante un collar de cuentas blanco con algunas bolas de color escarlata. Viste un yukata bicolor en negro y blanco de algodón pero por la tela raída, diría que es heredado. No sé porqué hago todo esto. Acabo de perder a mis padres y debería huir pero... “simplemente, no tengo nada que perder si lo intento”, opino. Un deseo oscuro en mi interior crece y se apodera de mi cuerpo. Deseo... ¡No! Debo convertirme en kitsune. Una oscura sombra se apodera de mí y noto que lo puedo lograr.

-Niña... -me dice la sacerdotisa - ¿Qué demonio te ha poseído? -me dice con voz tensa, en sus palabras se delata de cree que soy una humana en realidad.

-Yo -digo con tétrica voz, teñida por las sombras -soy una kitsune.

Y comienzo a gritar. En todo mi cuerpo me recorre punzadas de dolor intensas. Mis rodillas no sostienen más mi cuerpo y caigo al barro. Mi kimono se empapa y noto la humedad fría que no sofoca la sangre caliente recorriendo mi interior. Mis huesos se tuercen en mi interior y noto que el coxis crece al igual que los numerosos huesecillos de mis oídos. La tela se desgarra por detrás y me araño la cara y las piernas por el dolor. Mi cabeza arde y enloquece por el intenso dolor. Me llevo las manos a ambos lados de mi cara. Grito y berreo y con mis chillidos transmito el intenso dolor que me invade. Quiero que pare y sé que si sigo con la transformación acabaré muerta. Con la poca consciencia que me queda soy capaz de crear un portal oscuro bajo mis pies y caigo en las sombras.

-¡Nooooooo! -la mujer corre hacia el portal que se acaba de cerrar.

Caigo y caigo metros, quizás quilómetros. Todo está oscuro aquí y hace frío. Prefiero no luchar y en ese momento pierdo la consciencia. Cuando despierto estoy tirada en el suelo. No veo nada. Me lamo el labio inferior y algo salado y frío me empapa la lengua. Es sangre. Debí morderme durante la transformación o en la caída. No logro moverme, las piernas no me responden ni los brazos. Encerrada en esta oscuridad me viene la memoria el recuerdo de mis padres y noto que contra lo que quisiera estoy llorando. “Los demonios no lloran, ni tienen sentimientos”, me repito mentalmente. Pero con los ojos abiertos y cerrados sólo veo la oscuridad y aquí lo único que se oye es mi lloriqueo y mi propia nariz absorber los mocos.

Ignoro el tiempo transcurrido en este agujero infernal oscuro y sin calor. “Sin calor... fuego”. Pero no tengo fuerzas para más magia. Quizás una sola vez más y debo salir de aquí. Invoco un nuevo portal a mis pies y las sombras me lamen por completo. Estoy a unos pocos metros en el aire, sobre un contenedor de basura colocado al fondo de un callejón. El impacto de mi cuerpo contra una pila de bolsas ahuyenta a los gatos. Tengo el pelo suelto y sucio. El kimono está lleno de desgarros y puedo entrever que la tela tiene sendas manchas de dos colores. Unas marrones del barro y otras de un color más oscuro de sangre reseca. Arrugo la nariz ya que el olor es repulsivo. Sin embargo no tengo fuerzas para moverme ni para salir ni nada. Olisqueo el aire, huele diferente. Mis orejas de zorro se estiran y captan los sonidos de la calle con varios transeúntes inmersos en sus variopintas conversaciones. No entiendo el lenguaje. “No estoy en Japón... ¿Entonces dónde estoy?" Mis orejas se agachan tanto como pueden entre mis cabellos y me llega el olor de alguien que se acerca. Cierro los ojos, deseando estar muerta ahora mismo. “Como mis padres”.

Hacía un buen día, relativamente hablando claro, pues en Irlanda era realmente difícil encontrar un “buen día” real, pues en líneas generales Irlanda era un país que vivía entre nubes, niebla, lluvias y nevadas intensas en todos los sentidos. Sabiendo eso, encontrarse con un día simple y llanamente nublado con algún rayo de sol era de lo más agradable, sobretodo en invierno.

Howard iniciaba su habitual ritual del despertar con ejercicios físicos, un buen baño, un abundante desayuno leyendo los diarios del día y después a trabajar en nuevas investigaciones desde su ordenador. Así era su día a día cuando no tenía que ir a la universidad a dar charlas a nuevos alumnos. O al menos así eran hasta que...

-¡Mieeer...coles!- La luz de todo el edificio se fue. Tras discutir durante un buen rato con su casero logró que le mandaran a un técnico a revisar la instalación. Pese a que era un joven adinerado, casi todo se lo daba a sus padres, dejándose para él lo justo para comprar material nuevo, algún capricho y para poder vivir de alquiler. A menudo tenía que hacer viajes por todo el mundo a dar charlas y a presentar sus trabajos que a tantos científicos estaban inspirados.

-Día perdido... no, día de descanso, eso, no es tan malo- Howard adoraba su trabajo como poca gente hacía, y perder tiempo u oportunidad de trabajar era muy fastidioso para él, así que para no agobiarse, se puso un largo abrigo en forma de gabardina, una bufanda, gruesos guantes y salió a la calle, aún murmurando para si, intentando autoconvencerse de que no había para tanto si no podía trabajar el resto del día.

-Oh, gracias cerebro mio por acordarte ahora de como hace unos meses rechacé el comprar un ordenador portátil... para situaciones de emergencia como la de ahora- Revolviéndose el pelo entró en una cafetería a tomar un té de hierbas que lo tranquilizara un poco, aunque de poco le sirvió. Durante varias horas siguió paseando por la ciudad, simplemente mirando los escaparates de las tiendas, chasqueando la lengua cada vez que algo le desagradaba (cada pocos pasos, vamos).

-A lo mejor podría comprarme un juego nuevo... creo que el buscaminas y el comecocos ya están un poco pasados de moda... ah no, que no tienes electricidad en casa Howard- Dicho eso, dio media vuelta sobre sus propios pasos de camino a una librería, la segunda mejor opción después de los juegos.

Pero Howard no llegó a entrar en la tienda, algo le detuvo justo en la entrada. Sus ojos acababan de ver algo que había ignorado... algo que no era para nada normal pero que había sido ignorado en un principio por su enfado aún presente. ¿Qué acababa de ver que le había parecido extraño...? ¿Apenas a unos metros de distancia?

Como si de una cinta de video se tratara, Howard empezó a andar de espaldas, provocando las quejas de unas señoras que se encontraban tras él, y se adentró en un callejón estrecho. Al fondo del callejón sin salida había unos cuantos cubos de basura y contenedores... pero no sólo contenían basura.

-¡Válgame el cielo!- Corriendo y llevado por la sorpresa, Howard se dirigió a uno de los contenedores, abriéndolo, pues en él había una niña pequeña, de unos diez años a lo mejor, llena de arañazos, barro y con la ropa hecha trizas.

-¿Te encuentras bien pequeña? ¿Cómo has llegado aquí?- Rápidamente, Howard se quitó la bufanda y los guantes, y tras ayudar a la niña a salir del contenedor, la sentó en su regazo, envolviéndola con su gruesa bufanda y dándole sus guantes, esperando a ver si la niña podía explicarle algo más de su peligrosa situación.

La niña tenía rasgos asiáticos, y su ropa también era oriental... ¿Qué diablos estaría haciendo una niña tan pequeña en un contenedor de basura, y en ese estado? Lo peor que podría ser es que algún ser sobrenatural estuviese involucadro pero... ¿Qué debía ser?

El sonido de unas pisadas se acercan a grandes zancadas. Una voz ronca y bañada de ¿temor? se adentra en mis grandes orejas. Intento con mis pocas fuerzas moverme pero aún no puedo. Abro los ojos y le veo. Es un hombre de tez pálida que tiene pelo por la zona de la boca y el cabello le cae largo. ¿Será un samurái? Desecho esa idea tan pronto la tengo. “Los samuráis ya no existen”, me reprendo. El extraño me recoge con sus fuertes brazos. Con lo debilucha que estoy no me cabe duda de que podría aplastarme con cualquier piedra del camino en la cara y matarme de una vez. El aroma a papel me llena las fosas nasales y el aroma del jabón. Me sonrojo en este momento por vergüenza. Sé que desprendo el hedor de la muerte. Me sienta como una muñequita en su regazo y se retira piezas de ropa. ¡Maldita sea! Esto no puede pasarme. Miles de ideas desagradables se visualizan en mi mente y el corazón se me acelera. La mano del extraño me rodea con una tela de algodón mullida y ancha que me cubre por completo el cuerpo y cubre mis destrozadas manos con unos guantes de lana.

Me habla en un idioma que no comprendo. Entreabro la boca para articular palabra pero no me sale la voz. Una parte mía oscura, animal, conecta con mi cerebro y acerco la nariz a su cara, abriendo las fosas nasales. No huele a maldad. Podría utilizar a este humano para que me dé cobijo hasta que recupere mi fuerza y le mate. Entonces lo veo de refilón, unos bigotes sobresalen de mis mejillas. Giro la cara y me la tapo con la tela. Meto mis manos por debajo y me arranco a la vez los tres pelos largos que me han salido a cada lado de mis pómulos. Suprimo el dolor que se atasca en mi garganta pero no los lagrimones que me caen hasta la barbilla. Si quiero seguir con el engaño debo ser fuerte. Necesito agua y jabón para retirar la suciedad de mi cuerpo. Comida caliente para fortalecerme. Ropa holgada para esconder mi cola. Y hierbas medicinales. “¡La centella!”, recuerdo el nombre de una planta. “Con unas cuantas hojas podría cubrir mis heridas para que cicatricen”. Paso mi lengua por el labio inferior, el sabor de la sangre me recuerda que sigo sangrando. Levanto mi mano enguantada y agarro un trozo de solapa entre mis dedos mientras susurro:

-助ける

Le miro a los ojos con cierto teatro dramático, temblando la mirada y los labios. Pero aunque quisiera que la farsa siguiera siendo una mentira, noto que la vida se me escapa entre mis dedos y que dependo del humano por completo.

-助けて！

“Por favor, ayúdame y no te...”. Noto una punzada de dolor que me atraviesa el pecho y me quedo sin respiración. Paralizada, noto que todo se vuelve cada vez más oscuro. Ya no oigo las voces de los transeúntes a lo lejos, ni aquellos sonidos desconocidos. La luz se desvanece y entro en un cuarto oscuro. Los músculos no me responden. Siento que estoy a espaldas a un precipicio por el que me tiro. Caigo, caigo, caigo y caigo. Me acabo de desmayar y mi último pensamiento es el de luchar por seguir con vida.

La niña abrió los ojos levemente, parecía terriblemente confundida y agotada. Howard le sujetó la cabeza para que le mirara a los ojos, intentando centrar la conversación y sacar toda la información posible de un sólo golpe. Curiosamente la gente que paseaba tranquilamente por la calle ni se paraba a mirar lo que sucedía en ese estrecho callejón, como si fuera invisible para ellos. Era algo que a Howard le parecía que sucedía a menudo cuando había temas sobrenaturales a su alrededor.

La pequeña se acercó a su rostro repentinamente, sobresaltándolo y haciendo que se cayera de culo al suelo, pero sin permitir que se le cayera la débil pequeñaja de entre sus brazos. ¿Lo acababa de olisquear o eran imaginaciones suyas? En ese momento de distracción la niña se llevó las manos al rostro, como quererse quitar algo... a lo mejor algo de basura o suciedad que se le había pegado.

A medida que pasaba el tiempo, más extraña le parecía la situación al joven genio humano, que no alcanzaba a vislumbrar cómo podía haber sucedido eso tan cerca de él... ¿Quien era esa niña? ¿Qué le había pasado? ¿Cómo había llegado hasta aquí? Y lo más importante... ¿Porqué?

Entonces la niña volvió a mirarlo a los ojos, aferrándose a la solapa de su gabardina negra y acercándose a él, habló por primera vez... pero eso no era inglés... tampoco irlandés...

-¿Japonés?- Howard sufrió una leve risa floja, intentando mantener la calma. Él era de números, no de letras... los idiomas se le daban fatal (por mucho que le doliera). Había estado en Japón un par de veces y se había aprendido los saludos y otros temas de protocolo importantes, pero lo que acababa de decirle la niña no lo entendía. La pequeña debió de ver la cara de sorpresa y duda en el joven al que empezaban a resbalarle las gafas hacia la punta de su nariz, porque al poco le repitió exclamando un poco más fuerte, y pareció perder el conocimiento.

-Ay mi... madre... vale, que no cunda el pánico- Howard utilizó su brazo libre para sacarse el móvil del abrigo e introdujo en su buscador lo que le parecía que la niña le había dicho para buscar una traducción... según parecía le estaba pidiendo ayuda, lo cual tiene cierto sentido. Algo en el subconsciente de Howard le alertaba que no debía ni avisar a la policía ni llevarla a un hospital si quería evitar problemas.

-(Pero no hacerlo puede llevarte problemas mayores Howard, llevar una niña inconsciente en brazos no suele estar bien visto...)- Sin embargo, se decidió a no dudar, necesitaba ayudar a esa niña... más bien, esa niña necesitaba que le ayudara.

Así que, con delicadeza, la dejó un segundo apoyada en el suelo, se abrió el abrigo y, cogiéndola en brazos la introdujo dentro de su gabardina para protegerla del duro frío y esconderla de las más que seguras miradas de la gente de su alrededor. Por suerte, estaban bastante cerca del piso de Howard, al que aún no había vuelto la electricidad. Nada más entrar, Howard cerró la puerta con todos sus cerrojos manualmente y llevó a la pequeña al dormitorio, acomodándola en la cama.

-Bien... primera parte del plan para que te encierren por tener a una menor desconocida en casa, conseguida...- Howard se apartó la melena de la cara y se quitó las gafas, nervioso, intentando pensar con más claridad para poner en orden las prioridades -Necesito un balde con agua caliente... toallas... una esponja y jabón... desinfectante, algodón... vendas y tiritas- Rápidamente, se quitó la gabardina que no olía precisamente bien y aunque deseaba quitarse también la camisa, se resistió al menos hasta que la pequeña despertara, no quería sorprenderla ni que lo malinterpretara.

En apenas unos minutos, gracias a que su cocina funcionaba con bombona de gas, tuvo preparado el balde de agua caliente, la toalla y las esponjas, junto con varias medicinas y tratamientos para las heridas de la pequeña, que parecía seguir inconsciente. Mientras lo preparaba todo, había tenido tiempo también de preparar con el móvil algunas frases en japonés para intentar comunicarse con la niña.

-Bien... vamos allá...- Con suavidad, cogió a la niña por la nuca y la ayudó a levantarse, dándole leves sacudidas y unos toquecitos en las mejillas intentando que al menos estuviera consciente antes de empezar -私は拭きすると思っている – Dijo con la mayor pronunciación que pudo, esperando que lo entendiera y que colaborara en el asunto, enseñándole las toallas empapadas en agua caliente y las esponjas, empezando a limpiarle el rostro con suavidad, procurando no presionar demasiado sus heridas.

-私はハワードと呼ばれる – Como el traductor le fallara y le estuviera diciendo cosas que no venían a cuento tendría problemas... pero ahora supuestamente se estaba presentando, además se apoyaba en su exagerada gesticulación, señalándose a sí mismo con la mano que tenía libre y diciendo su nombre repetidas veces mientras seguía limpiándole la cara, esperando ver si tenía la confianza y la aprobación de la niña para seguir.

Es el olor del alcohol. Quiero coger la botella y vertir el contenido sobre mi piel blanca llena de heridas. Estoy delante de un espejo enorme, tan grande como yo. Veo mi cuerpo desnudo y me señalo las heridas con un dedo. Introduzco el dedo índice en una de ellas y lo saco embadurnado en sangre brillante y pegajosa. Mi reflejo me devuelve una sonrisa apagada y mis ojos están teñidos de negro. El dedo índice de mi reflejo me señala y toca el cristal. Dibuja lentamente un amplio círculo con una larga uña empapada en sangre. Al terminar la vuelta cae la forma redonda al suelo y se rompe en miles de trozos. En el agujero se ven a mis padres que lloran sangre negra. Una sombra se avalanza sobre mí y me golpea con fuerza la cara. Otra vez y otra. Abro los ojos, mareada y desorientada.

Alzo la mirada y veo a un hombre que me sostiene entre sus brazos. Tiene la cara pálida y mucho pelo en la cara. “Es el tipo de antes”. El corazón se me acelera. Estoy en una habitación estranjera, sobre una cama extraña, en los brazos de un peludo desconocido. Olisqueo el aire de nuevo y percibo el olor del alcohol, el jabón y telas limpias. Las orejas se inquietan bajo mis cabellos y se agachan más, mostrando lo asustada que estoy. Entonces me habla otra vez pero no es un lenguaje diferente, es mi lengua... o eso creo. “Me dice que... ¿espero que para limpiar?”, medito aún sin saber cómo actuar. Entonces el humano alza la toalla hacia mi cara y cierro los ojos. Noto sobre mi mejilla el tacto suave de una toalla húmeda y caliente que acaricia mi cara. Abro los ojos y le respondo a la mirada con gratitud. Levanto las manos y cojo yo misma la toalla para pasármela por la cara y el labio, con suavidad. Reprimo el dolor, arqueando las cejas y apretando los dientes.

Veo que el hombre se pone más cómodo en la acolchada cama... “Es muy alta y mullida. ¡Caray! ¿Cuántos futones ha colocado? Habrán como 4 ó 5 apilados”, rechacé la idea enseguida, me estaba desviando del asunto pero es que la... ¿habitación? ¿Podía llamar eso dormitorio? Miro a los lados pero todo me parece extraño, hay varias cajas negras con cuerdas que entran por una pared. Sobre un mueble hay un objeto que hace tic tac continuamente. Los zapatos que se dispersan por la habitación son muy raros. Bueno, la decoración es rara. Miro el techo y veo que definitivamente no estoy en Japón. El hombre empieza a gesticular, señalándose sin parar y balbuceando un chapurrero japonés ‘Llamé a Howard’. Ladeo la cabeza. Creo que intenta comunicarse conmigo diciéndome su nombre y lo entiendo al instante. Le señalo con el dedo y digo:

-Howald -la r es tan suave que parece que la pronuncie como una ‘l’ -ハワード·アール -repito y sonrío ladeando la cabeza a un lado, dejando que mis cabellos caigan a un lado y mostrando mi postura más infantil que tantas veces he ensallado delante del espejo. Me acuclillo mejor sobre la cama, sosteniendo mi trasero sobre mis pies y con una pequeña reverencia le hablo -Howartに会えてうれしい。私の名前Onire。O... NI...Re -le imito señalándome entera; miro una vez más la habitación y le pregunto -我々はどこにありますか？-mientras cojo una toalla y me limpio mis manos. Entonces se oye un ruido estraño. ‘Ring, ring’. Veo un arma negra que brilla y tiene varias cuentas con números pintados encima. Ahogo el grito antes de retroceder varios centímetros y señalo el pequeño cachibache mientras me tapo las orejas. Este humano de mente retorcida piensa sangrarme los oídos antes de matarme. La muñeca me falla, pierdo el equilibrio y caigo por un lado de la cama. Veo que hay un hueco enorme y corro a esconderme dentro. Me quedo pegada en el centro y lo más alejada que puedo de sus pies que asoman por debajo de las telas. Huele a polvo.

La niña parecía asustada al principio, pues hasta cerró los ojos en cuanto Howard alzó el brazo hacia ella para limpiarla, pero cuando notó la calidez de la toalla en su piel pareció relajarse bastante y hasta se animó a coger ella la tela, limpiándose la cara y las heridas. El joven sonrió, intentando transmitirle tranquilidad y confianza mientras seguía buscando cosas que decirle con el móvil y apuntándolas en su bloc de notas.

-自分を無理に押し込まないでください- Dijo mientras empezaba a preparar los algodones con alcohol y desinfectante, esperando a que la niña terminara de limpiarse el rostro. Entonces, su basto y nulo japonés debía de estar surgiendo efecto, porque la niña parecía entenderle, hasta le señaló y lo llamó por su nombre (con un toque realmente adorable). La pequeña poco a poco parecía querer ir ganando confianza con Howard, al cual le tranquilizaba la estabilidad de la situación.

Ella se presentó como Onire, mientras miraba alrededor, como intentando ubicarse. De nuevo, le hizo una pregunta en japonés la cual Howard intentó entender a base de traductor. Según parece, no sabía donde se encontraba, así que definitivamente se había perdido, lo que el joven suponía. Rápidamente, Howard se levantó, indicándole que venía en un instante, pues recordaba que tenía un viejo atlas en alguna parte del comedor, el cual le sería útil para ayudarla a ubicarse.

-すぐ戻って- Encontró bastante pronto el libraco, al cual le sacó el polvo y empezó a buscar el mapa de Europa cuando oyó el tono de su móvil sonar. Para cuando entró en la habitación, la pequeña niña había desaparecido de la cama para sorpresa de Howard.

-¿Onire...?- Rápidamente contestó al teléfono, intentando quitarse presión de encima y para no andar pensando en varias cosas a la vez, lo cual no se le daba mal, pero le ponía muy nervioso -Ah... hola señor casero... si, si... ajá... vale, el técnico no puede venir hoy vale... me apañaré con velas, gracias... si, hasta luego- Se deshizo de la incómoda llamada lo antes posible y se puso a rebuscar por la habitación. La niña tenía que estar allí, para salir de la casa tendría que haberla visto pasar por la sala de estar, no era tan pequeña.

-¿Onire どこにいるの？- De repente, una bombilla se encendió en su mente, y se le ocurrió mirar hacia abajo, viendo el desorden en las sábanas de su cama, se agachó y miró debajo, encontrándose a la pequeña, escondida ahí debajo... ¿La habría espantado con algo? Tenía que sacarla pronto o se le infectarían las heridas que aún tenía abiertas.

-怖いの？- Howard le tendió la mano, intentando animarla -さあ、私は傷を癒さなければならない- Si algo estaba claro es que, mientras no volviera la electricidad, el móvil sería su única salvación para entenderse con ella, así que lo desconectó de todo lo que pudiese gastarle batería extra excepto de internet, para seguir usando el traductor.

Howard asoma su cara por el hueco y me tiende la mano. Yo me giro, dándole la espalda, para que no me vea. Es cierto que tengo miedo y que mis heridas necesitan curación pero... No entiendo nada. Le veo por entre mis cabellos que toquetea cosas de ese objeto infernal que le ilumina la cara. De pronto, una mota de polvo se introduce en mi nariz. Intento contener el estornudo pero sólo llego a taparme la nariz.

-Chiss -La acción involuntaria provoca una reacción instantánea en la que se origina una pequeña chispa de fuego en el aire. Abro los ojos como platos y apago el fuego con mis palmas mientras espio si el humano se ha percatado. Por suerte para mí estaba muy ocupado en el trasto y sólo me ha dicho ‘Jesús’ como una respuesta automática.

Salgo a gatas de debajo del agujero ya que no quiero otro incidente. Una vez, tienes suerte de no te pillen, a la segunda provocas el caos. Me recompongo de pie y salto a la cama para volver a curarme. El olor del papel viejo me llama la atención. Sobre el edredón hay un libro con letras ilegibles en la portada. Me muevo inquieta, curiosa y espero que el humano se dé cuenta de que estoy mirando el libro. Howard se dedica a poner alcohol en mis heridas del brazo con un algodón. Frunzo el ceño porque no soporto el dolor. Aprieto los ojos y deseo que esta parte,la peor de todas, pase pronto y no me desmaye del dolor. Cuando abro los ojos veo que está muy cerca, mirándome. Le sostengo la mirada con mis ojos rosados. Por primera vez me fijo que los suyos son de un color castaño. Estoy confundida, juraría que eran oscuros. Además, en el lado derecho de la cara tiene un lunar a la altura de sus ojos. El miedo también ha distorsionado la primera impresión respecto a que tenga pelo por toda la cara. De hecho, es una perilla muy cuidada con un poco de barba a los lados y algunos pelos que recién salen. Lo toco con el dedo índice. Mi padre nunca tenía pelo por la cara ni en el cuerpo. Los únicos barbudos que vi en mi infancia fueron los monjes budistas de los templos y nunca pude acercarme tanto como tocarles la larga y minuciosa barba o la calva brillante de su cabeza. El tacto de la barba es raro. El pelo es suave pero a la vez puntiagudo. Es extraño. Howard empieza a actuar distinto. supongo que posar dedos índices en la cara de la gente no es normal aquí. “En Japón tampoco, compórtate”, me reprendo.

-Howald -le señalo el enorme volúmen en un intento de desviar la situación. Espero que me lo acerque y lo abra. Este libro lo trajo antes cuando le pregunté dónde estoy. ¿Puede un libro contener la respuesta? Es muy fácil decir estás en China. ¿Y si no estoy en China? ¡Por todos los...! Este humano no tiene los ojos rasgados. ¡Oh! Cuando me sumergí en las sombras pudieron pasar años. Estoy en el futuro, por eso todo es tan extraño y no entiendo nada. Miro la habitación una vez más. Si esto es el futuro, prefiero volver a Tsumago. En mi pueblo hay casas de samuráis. Las calles son empedradas y hay mucha vegetación. Con su pequeño molino de agua. Con su templo donde los jóvenes con voluntad de convertirse en budistas viven y trabajan por un mísero bol de arroz hervido planco como sustento de horas de meditación.

Mientras Howard intentaba encontrar más posibles traducciones que animaran a la pequeña Onire a salir de debajo la cama, un pequeño haz de luz llamó su atención, pero cuando miró sólo estaba la niña agitando las manos debajo de la cama, seguramente con la nariz irritada por el polvo que había debajo del mueble.

-イエス- Le dijo, intentando ser amable. Al poco, la niña salió, seguramente molesta por el polvo más que por otra cosa, y se sentó de nuevo en la cama -私は傷の世話をします- Dijo, esperando que le dejara a él la tarea de limpiar las heridas y desinfectarlas antes de que fuera demasiado tarde. Con delicadeza, le subió las mangas de lo que quedaba del kimono que la niña llevaba puesto y le limpió con la esponja las heridas, pasando luego los algodones con alcohol y desinfectante, poniendo pequeñas tiradas en los arañazos y envolturas de vendas en las heridas más grandes.

De repente, mientras seguía concentrado en la limpieza de la pequeña, algo tocó su mejilla. Se trataba de un dedo índice de Onire, que lo miraba fijamente. ¿Sería eso por curiosidad o simplemente quería llamar su atención? Howard la miró algo confundido, cuando ella se dio cuenta, retiró el dedo, con un leve sonrojo en las mejillas.

-(Niños...)- Pensó para si, esbozando una leve sonrisa, dispuesto a seguir con el tratamiento de su pequeña herida, cuando de nuevo le llamó la atención, llamándolo por su nombre. La pequeña estaba señalando el libro que había traído instantes antes, el cual casi había olvidado por completo.

Howard lo acercó y lo abrió con cuidado, pasando varias páginas en busca de los mapas que le pudieran ser más útiles. Empezó por el mapa mundi al completo, señalando con un dedo Japón, mientras seguía con la cura de las heridas de la niña con la otra mano.

-ここに日本がある- Dijo con calma, mejor empezar por lo que ella seguramente conocía, al menos por su lengua -ここではアイルランドです- Dijo arrastrando el dedo por el mapa, hasta la isla de Irlanda, donde se encontraban. ¿Cómo habría llegado esa niña tan pequeña hasta Irlanda, y con todas esas heridas? Ojalá ella misma tuviera la respuesta, aunque dudaba que eso fuese así... a lo mejor había sido prisionera de alguna entidad sobrenatural y había logrado escapar... de ser así lo más probable es que no se acordara de nada, siendo tan pequeña intentaría borrarlo por completo.

Howard abrió el libro por la mitad, mostrando un enorme dibujo con varios colores sobre un fondo azul. Vale, lo azul es el agua. Sobre el mar se perfilan dos enormes islas. Japón tiene que ser la de la derecha y la izquierda Irlanda. También hay diminutas islas. Howard me acerca más el mapa y me señala una pequeña isla en la zona este pintada en blanco palo. Pone ‘Japan’. Howard me dice que es Japón.

¡Japón es muy pequeño! ¡Es imposible! Me acerco el libro más a la cara. Es una diminuta isla. Luego me señala al centro del mapa y me dice que estamos en Irlanda. ¡Irlanda es más pequeña que Japón! Parpadeo incrédula. ¡Es imposible! Esto está mal pintado. Paso las páginas del libro. En ellas salen dibujos más grandes de las dos islas principales. Me detengo en una doble cara en la que sale ‘Japan’. Acaricio con los dedos el dibujo. Cruzo el entrejo y retrocedo unas cuantas hojas hasta ver más ampliada la zona en la que sale ‘Ireland’.

¿Cuántos kilómetros hay? Miles. ¡Millones de kilómetros! “No puede ser”, recapacito. “Con lo agotada que estuve por la transformación no puede ser que me haya alejado tanto de casa”, pienso. Pero recuerdo mi último deseo cuando entré en las sombras. Pedí que me fuera lejos. Mi madre solía decirme que ‘cuidado con lo que deseas porque puede cumplirse’. Mamá... Papá... “Lo siento”, el recuerdo de ellos hace que un sabor amargo aflore en la garganta y el escozor de los ojos amenaza con liberar algunas lágrimas. Pero aspiro fuerte los mocos y contengo el llanto en lo más hondo de mi cuerpo. “Pase lo que pase, no lloraré delante de este humano”. Me limpio con el dorso de la mano la nariz antes de volver a la doble hoja del mapa que muestra las dos grandes islas. Muchos nombres hay escritos: ‘United States’, ‘Brazil’, ‘Algeria’, ‘Russia’, ‘Australia’. Pensaba que Japón que era un gran país. Entonces todos estos nombres son... ¿Países? Localizo el nombre de ‘China’. ¡Ah! Sí, China es una ciudad de Japón, siempre he oído hablar de eso. Bueno... creo. Pero ¿porqué sale al lado de Japón?

-私は理解していない -comienzo- これは非常に大きい. -intento darle lógica en mi cabeza -このすべては、日本からですか？-señalo un amplio círculo -なぜですか？-digo en tono infantil -なぜこれが日本より大きい？-mi dedo índice se detiene sobre China y luego pasa a Irlanda -なぜこれが今までのところですか？-suspiro exasperada -私は理解していない -y sin explicación alguna me siento enfadada.

No con Howard, sino conmigo misma. Mi viajecito por las sombras me ha alejado de mi casa demasiado. Y lo peor. ¡No entiendo nada! No viajé al futuro, sólo he vagado en las sombras tanto tiempo que me ha permitido viajar millones de kilómetros. Además, ¿aceptaré lo que este humano me enseña? Japón no es tan pequeño, ¡ni hablar! Es imposible. Y si lo es... ¿Puede ser? ¿Puede que sea todo tan grande y yo tan pequeña? Tan diminuta... tan insignificante.

Onire estuvo mirando los mapas con gran interés durante varios segundos, pasando las páginas a toda velocidad, abriendo los ojos como platos a veces, y frunciendo el cejo en otras ocasiones. Al poco, bajó levemente el libro y lo que vio Howard casi le partió el corazón. La pequeña pelirroja tenía los mofletes levemente hinchados y los ojos rojos, como si estuviera apunto de llorar. Dios santo, ¿En qué había metido la pata? ¿Se habría precipitado diciéndole donde estaba?

-(Claro mendrugo, imagina que has vivido toda tu vida en un sitio, quedas inconsciente un tiempo y apareces en la otra punta del mundo siendo un niño... ¡Que tonto he sido!)- Mientras seguía recapacitando en sus errores y los apuntaba mentalmente para no repetirlos, la voz de Onire llamó su atención. Sonaba más tranquila y serena de lo que su carita tristona indicaba.

Según parecía, había algo que no entendía. El matemático intentó encontrar las traducciones a lo que decía la niña lo más rápido que podía, sin perderse detalle. Por suerte la pequeña vocalizaba bastante bien y hablaba poco a poco. Según parecía, creía que China formaba parte de Japón, parecía no querer creerse que Japón fuera tan pequeño.

-(Ciertamente antiguamente Japón fue más grande... pero hacía tiempo que China no formaba parte de Japón... y aún más a la inversa...)- Entonces Onire dejó el libro, se giró y cruzándose de brazos y piernas pareció enfadarse. Howard se quedó unos segundos pensativo, con la boca entreabierta sin saber del todo qué decir. ¿Estaría metiendo la pata con el traductor?

-サイズは重要ではありません- Dijo tranquilamente intentando animarla. Aunque al oírse quiso morirse de vergüenza por estar diciéndole eso a una niña -最大の星...- Dijo carraspeando, esperando estar diciéndolo bien – 前に死ぬ...時にはそれは小さい方がよいの- Terminó con una dulce sonrisa en el rostro, esperando que la pequeña se centrara de nuevo en ella y sus heridas. De repente, al mencionarlas en su mente, se acordó de dónde había encontrado a la pequeña... ¡En un contendor de basura! La pobre olía mal y debía estar llena de suciedad por todo el cuerpo... y quien sabe si tenía heridas infectándose de esa forma. ¿Pero cómo iba a proponerle a una niña pequeña tomarse un baño con un perfecto desconocido? Notó como un sudor frío empezaba a recorrer su nuca... y resignándose intentó ser lo más adulto, serio y tranquilo que pudo cuando le dijo...

-Onire、あなたはお風呂に入りたいですか？- Rezó a todos los Dioses para que la niña fuera capaz de bañarse sola por muy cansada que estuviera, no se veía capaz de hacerlo él al ser ella una niña completamente desconocida (pese a que desde bien pequeño se tuvo que encargar de sus hermanos y primos, todos menores que él y cuidarlos) -あなたが所有していると思いますか？- Dijo rápidamente, intentando que entendiera que no tenía necesidad ni intención alguna de estar presente, aún con voz algo temblorosa.

Hincho los mofletes como si me hubieran castigado sin postre. Como si todo fuera una enorme y gigantesca injusticia. ¡Leches de cabra! ¿Acaso no lo era? Me meto el dedo pulgar en la boca, succionando un poco la punta con furia mientras miro ceñuda el tonto mapa que me desafía. Howard intenta explicarme algo que... sinceramente... no tengo ni idea de qué quiere decir. Algo de que estrellas grandes mueren y las pequeñas no. ¡O yo qué sé! Él es el propietario de este libro mentiroso. Aunque... Mis padres siempre me dijeron que aunque en este mundo nada es lo que parece la verdad siempre está escrita para no olvidarse. Los humanos anotan muchas cosas pero es verdad. Cuando alguien escribe es porque sabe. Las personas inteligentes son las que saben escribir y ellas no pueden decir (perdón, escribir en este caso) mentiras.

Me cruzo de brazos furibunda y medito. Entonces Howard miente. “Él sabe leer”, me reprende mi diminuta conciencia. ¡Diablos! Las personas que saben leer son inteligentes y no mienten. Entonces... Eso significa que no sé nada. Me cruzo de piernas, apoyo el codo derecho encima de mi rodilla y dejo caer todo el peso de mi cabeza sobre mi mano parcialmente cerrada en un puño. Sigo succionando el dedo pulgar a la par que paso las hojas. Si no fuera porque soy medio kitsune, diría que soy una basilisco.

Howard se levanta de la cama y camina un tanto nervioso. Le miro de reojo, sin importancia. Podría tirar este libro por la ventana y ¡ya está! No más mentiras. Me imagino saltando de la cama con el libro bajo mi axila, abriendo las ventanas de la habitación y lanzando el libro lo más lejos que pueda. ¡A las sombras! Entonces alzo la mirada hacia el humano. ¡Howard! “No puedo usar mi magia delante de él”, me digo, con un tono que puntualiza la resignación. “Está bien, esta noche, cuando duerma, me encargaré de que ese volumen pintarrajeado con las peores imágenes que ninguna criatura debería ver desaparezca de mi vista”, sentencio en mi maravilloso plan, no puede fallar. Ya sonrío de soslayo cuando la voz temblorosa de Howard me devuelve. Me pregunta si desearía bañarme.

“La verdad es que sí”, el olor del jabón de jazmín o el de canela sobre mi piel me entusiasma demasiado. Asiento reiteradamente y, como si de un bofetón, me quedo pálida. ¡Oh, no! ¿Y si ve mi cola? “Olvidas las orejas”, recuerdo. ¡Ay, no! ¡Ay, no! Me rodeo con mis brazos, negándome a que este humano me vea desnuda. Mis mejillas pronto toman el color de mi pelo y noto como el calor me sube por el cuerpo hasta la cara. Me tapo las mejillas. Soy incapaz de mirarle directamente, así que me doy la vuelta. La voz de Howard parece salpicada con el mismo miedo.

¡Claro! “Soy una chica y todos saben que las chicas se bañan sólo con chicas”. Puedo explotar mi lado femenino. Me contoneo lentamente hacia Howard, aún con la acusadora rojez cruzándome la cara pálida y me meto el dedo pulgar en la boca. Succiono con fuerza, es mi mal hábito cuando estoy nerviosa. Con la otra mano libre sujeto el bajo de mi desgarrado kimono, arrugando la suave tela de seda entre mis dedos. Junto las rodillas, dejando que mi cola se cuele entre mis piernas para enroscarse en el muslo. He perdido una sandalia y uno de los calcetines está agujereado. Howard me pregunta si prefiero bañarme solita. Asiento lentamente. Las palabras se niegan a salir. ¡Creo que he olvidado mi propio idioma!

Onirie aún tardo unos cuantos segundos a reaccionar a las palabras de Howard. Parecía realmente enfurruñada en sus cosas, pero parecía que la palabra “baño” había atraído su atención para bien, pues asintió rápidamente y repetidas veces ante la propuesta, pero de pronto, se quedó quieta y pálida como si acabara de ver un fantasma. Howard, sobresaltado se acercó a ella, preguntándole si se encontraba bien (en inglés), y entonces, poco a poco las mejillas de la pequeña fueron recuperando el tono... incluso más de lo normal... se había sonrojado, hasta las orejas prácticamente.

En un instante, toda la emoción que la niña parecía sentir para meterse en el baño desapareció y antes de que el joven matemático se diera cuenta, ya le había dado la espalda de nuevo. Él suspiró algo cansado, pero tampoco podía pedirle más a la pobre, era claro que no podía confiar en él todavía... tendría que recorrer a sus escasos (pero bien aprendidos) conocimientos de psicología infantil.

-(No hay nada como ofrecer a los niños lo que realmente quieren, aunque lo nieguen... cuando realmente ven o huelen algo que desean, y se lo ofrecen, lo quieren todavía más)- La otra opción era cogerla por la fuerza y bañarla aunque fuera atada como si de un gato hidrofóbico se tratara, pero ojalá no tuviera que llegar a esos extremos, aunque Onire parecía realmente vergonzosa respecto a ese tema, incluso había adoptado una pose extrañamente sensual y hasta provocativa en cierto punto, pero sin dejar de ser infantil... ¿Qué tendría esa niña de especial que lo hiciera sentir tan incómodo? A veces, no parecía una niña.

-(No creo que tenga ni diez años... siempre me he bañado con mis primos y hermanos pequeños, pero claro... imagino que con desconocidos el tema es distinto... por lógica aplastante)- Howard sonrió, alzando con cautela una mano y acariciando la cabeza de la niña en un intento de tranquilizarla y sin más, se levantó, mirándose un instante la mano, ¿Tendría el pelo pegajoso de algo de la basura? Juraría haber tocado algo más duro y consistente que una mera mata de pelo...

-私はお風呂をご用意しております- Anunció dirigiéndose a la cocina y cogiendo varias ollas. Como no había electricidad el termo de agua caliente del baño no funcionaría, así que tendría que llenar la pequeña bañera a base de potes llenos de agua caliente de la cocina que por suerte funcionaba a gas. Hizo varios viajes hasta conseguir llenar la bañera, luego lleno la superficie de una esponjosa capa de jabón bien aromatizado y dejó preparadas varias toallas y ropa suya para que la pequeña pudiese cambiarse. Como él era bastante alto y ancho tanto de espalda como de cadera, ninguno de sus pantalones le serviría, así que le dejó sólo camisetas suyas más holgada, que con lo pequeña que era ella seguramente la cubriría entera.

-私は歌って口出しします- Dijo intentando que confiara en él para que al menos se bañara tranquila -私はすべての回で午前どこだからあなたは知っている- Y tras eso, se puso a silbar, sentándose en el sofá mirando en una dirección completamente opuesta al baño.

Howard parecía inmune a mis encantos. “¡Por favor!, ahora eres débil”, sisea mi mente acosadora. Tiene razón, aún necesito recuperar mis fuerzas. Avanza varios pasos y me acaricia la cabeza. Un escalofrío recorre mi cuerpo. ¿Habrá notado mis orejas? Retrocedo, sin evitar la mirada, con mi brillo rosado le desafío pero enseguida relajo la tensión. “Todavía le necesitas, sé paciente”, me reprendo. Me quedo de pie en una esquina de la habitación para dejar paso libre a Howard. Él va a la cocina y calienta agua en varias ollas. Le sigo sus movimientos con los ojos entrecerrados, sin poder evitar ocultar mi decepción. “Un lugar extraño con cosas desconocidas y siguen calentando el agua a lo pobre”, suspiro. Al menos en su casa tendrían caldera de carbón para calentar el baño con vapor. Me balanceo, apoyando mi peso en la pierna derecha y luego en la izquierda. Howard se remanga y no para de hacer viajes. Aprovecho su ocupación para estirar las orejas. Afuera de la habitación, detrás de las paredes, escucho una conversación entre una mujer mayor y un niño. No entiendo qué dicen pero el niño llora. La anciana voz murmura palabras. Escucho pasos lejanos. El niño chilla... ¿de alegría?

Oculto las orejas rápidamente. Howard me enseña ropa masculina con intención de me ponga eso cuando salga del baño. “¿De verdad piensa que esa tela tan extraña me cubra por completo?” de reojo miro la camiseta. Desprende olor a jabón pero también contiene restos de sudor. Es ropa vieja, usada hace tiempo. El olor a limpio es fuerte pero sigue desprendiendo el olor corporal del humano. Apoyo mi espalda a la repisa de la ventana. De pronto, el sonido de algo me llama la atención y pego la mejilla al frío cristal. Parpadeo varias veces. La calle es distinta. Howard me señala que el baño está listo y me explica que cantará para que sepa dónde está. “Ya sé dónde estarás en todo momento”, cojo la toalla y cierro la puerta. Espalda contra puerta, escucho sus pasos alejarse mientras silba y parece que se sienta en algo mullido. Inerte espero algún movimiento raro que le delate. Suspiro. “Bien, a bañarse se ha dicho”. Contemplo la pequeña habitación.

Paredes color vainilla hortera. Un retrete blanco, bueno, gris. Un lavamanos con un cepillo de diente colocado en una taza. Un espejo salpicado de gotas de agua secas que me devuelve el rostro. Me desafío con mis ojos rosas brillantes pero la chica no tiene brillo. “Sí que estoy cansada”, miro la bañera y noto como todo mi cuerpo se emociona. Con nerviosismo espasmoso me desato el obi. Abro el kimono y dejo que la tela acaricie mis hombros y mi piel mientras cae al suelo lentamente. Doy un saltito hacia adelante, me retiro los calcetines y la ropa interior. Vuelvo a mirar mi imagen desnuda en el espejo. La cola roja como mi pelo nace en el coxis y me acaricia las nalgas y los muslos de manera juguetona. Me giro para ver si soy capaz de moverla a mi antojo. Sonrío al comprobar que zigzaguea a mi voluntad. Las orejas salen de entre mis cabellos pegajosos. ¡Son muy graciosas!

El agua calentita me sienta como un bálsamo reparador por todo mi cuerpo. Estoy cubierta hasta la clavícula. Me sumerjo unos segundos para humedecer mi cabello. Cuando salgo tengo todo el pelo por delante. Sonrío. Me retiro los pelos de la cara y vuelvo a sumergirme unos segundos.

Ignoro cuánto tiempo paso pero el agua ya no es tibia, está fría. Su color es oscuro. Las yemas de mis dedos arrugados me advierten que ya es la hora. Salgo de la bañera. Goteo por todas partes. Busco una toalla pero una parte animal mía se apodera de mí y comienzo a sacudir mi cuerpo violentamente, alejando miles de gotas de agua por las paredes, el techo, el espejo... cuando me doy cuenta paro en seco. “¿Qué haces Onire?", palidezco. Cojo una toalla, ¡Caray!, es enorme, da dos vueltas alrededor de mi cuerpo. Cojo otra más pequeña para ocultar mi cabello. Cuando noto que estoy seca dejo caer las telas al suelo y me aproximo al espejo. Acerco mi brazo a mi nariz. Cierro los ojos. Huelo divinamente. Mi cola juguetea alegre, sé que de aprovación. “¡Espera! ¿Vas a dejar esto así?” No tengo ganas de limpiar. arqueo una ceja maliciosa. De cuclillas creo una pequeña criatura negra que sale de un agujero más negro que el carbón. Me mira con un brillo en los ojos.

-Tú limpias y ordenas este desastre mientras yo me acicalo -le susurro mientras le aprieto allí dónde debería tener nariz.

Sonrío. Cojo un cepillo que veo y me peino los rebeldes cabellos rojizos. Cuando termino noto que las orejas sobresalen un poco porque tengo el cabello algo alisado. Me inclino, dejando la cabeza boca abajo y revuelvo el pelo para crear ondas y me hago dos coletas altas que ahora sí que ocultan las orejas. Miro la camiseta. “Con lo limpita que estoy y tengo que ponerme ropa usada”, suspiro. Me pongo la holgada prenda que cae por mi cuerpo, rozándome cada centímetro hasta las rodillas. Me cercioro de que la cola se enrosque en mi muslo antes de abrir la puerta. Toco con los dedos el pomo. ¡Ay, mi sirviente! Me giro, está esperando nuevas instrucciones. Ha dejado el baño impecable. Ahora sí que es blanco. Arqueo las cejas... “Demasiado bien, esto se nota que es raro”, me arrodillo delante de él. Hincho los mofletes. Con un movimiento de mi índice creo un agujero que se traga a mi pequeña criatura. al lado de la puerta está mi kimono doblado, sigue sucio, pero al menos no está limpio. Lo recojo.

Salgo del baño y cierro la puerta para que no se dé cuenta todavía el humano. Un mechón de mi cabello cae por un lado de mi cara y me lo coloco detrás de la oreja. Me acerco a Howard, que sigue cantando. Me muerdo el labio. Carraspeo antes de entregarle el kimono.

Howard se acercó una libreta que solía utilizar para tomar apuntes en su laboratorio privado, la abrió por el final que estaba completamente en blanco y empezó a apuntarse a mano, en alfabeto occidental frases en japones que tal vez le harían falta en caso de que el móvil que usaba como traductor se quedara sin batería antes de que volviera la electricidad, algo que no parecía viable a lo largo de lo que quedaba de día.

Y hablando de eso... ¿Qué haría ahora con la pequeña desconocida? ¿Debería llevarla a la policía? Sinceramente dudaba de que eso fuese a ayudarles de ninguna manera... estaba claro que ella no era de aquí... y ni siquiera había mencionado a sus padres ahora que lo pensaba. Entonces... o no tenía padres o era totalmente imposible que pudiera contactar con ellos desde aquí y por eso ni ha llorado por ellos. Eso era otra cosa extraña... cualquier otro niño de esa edad estaría realmente asustado y seguramente llorando por sus padres. No había duda en que Onire parecía bastante más adulta de lo que aparentaba pero... ¿Hasta qué extremo?

Howard a menudo hacía eso de quedarse pensando en varias ideas distintas a la vez, divagando completamente abstraído y mirando siempre un punto fijo, que en esa ocasión era una mota de polvo en la alfombra de su salita de estar diminuta.

¿Y si no era humana? Todo esto era demasiado extraño e irreal como para que pasara con humanos normales y corrientes pero tampoco podía estar seguro. Hasta la fecha, sólo se había enfrentado a vampiros y licantropos y aunque sabía que debían existir más razas ocultas entre ellos no las conocía.

-(No me ha parecido ver ningún colmillo excesivamente más grande de lo normal en su dentadura mientras hablaba... aunque sí tiene un comportamiento bastante... salvaje con lo de esconderse bajo una cama y ese extraño nerviosismo constante... aunque eso sería por el estrés de verse rodeada de cosas desconocidas...)- Él seguía divagando mientras apuntaba frases en la libreta y ni se dio cuenta de que Onire había salido del baño y se encontraba ahora tras él. Hasta que ella no carraspeó, él siguió apuntando y divagando.

-Oh- Rápidamente dejó la libreta y se levantó para ver el resultado del baño. Parecía una niña completamente distinta tan limpia y oliendo bien -良いバスルーム- Preguntó intentado ser amable mientras cogía el kimono que le ofrecía la niña -私が洗う- Dicho eso se encaminó a un pequeño cuarto que utilizaba de trastero y donde se encontraba la lavadora, depositando dentro todas las prendas de la niña para cuando pudiese ponerla en marcha.

Hecho eso, invitó a Onire a sentarse con él en una butaca de su salita de estar, esperando poder averiguar algo más sobre ella.

-お仕事は何ですか?- Se estaba empezando a interesar y encariñar de ella así que esperaba que ahora no le dijera que quería irse de allí lo antes posible, a lo mejor deseaba quedarse con él un poco más pero de ser así... habría que ir de compras, ¿Qué podía necesitar una niña pequeña como ella? -あなたは滞在したい場合、私は気にしない- A ir por partes entonces, a ver cuales eran las intenciones de la pequeña misteriosa.

Howard escribía en un fajo de papeles unidos por un alambre. Qué cosa más extraña. “Y sabe escribir”, recapacito. Es más inteligente de lo que me esperaba. Me acaricio la barbilla dubitativa. Él deja lo que estaba haciendo y me quita de las manos el kimono. Pretende lavarlo. Arqueo la ceja. Aunque lo lave no puedo ponérmelo. La tela tiene jirones, roturas y agujeros. Me encojo de hombros. El humano es muy raro. Me fijo de pronto en las cajas negras que hay sobre la mesa con varios hilos que cruzan la pared. Me acerco curiosa y olfateo. Hay un rectángulo horizontal y otro vertical. En el vertical hay un montón de... cuadraditos con caracteres que soy incapaz de leer. ‘Q,W,E,R,T,Y,U,I,O,P’. Me hago la valiente, adelanto el dedo índice y presiono uno de esos cuadraditos. Hace un riudo extraño. Retrocedo. Apoyo las manos en el borde del mueble, me arrodillo y asomo la cara sólo hasta la nariz. Alargo el brazo para volver a tocar con el dedo índice otro cuadradito. Aparto la mano como si esperara que algo me atacara. Mientras, Howard me pregunta qué quiero hacer. No se refiere a este momento. su pregunta va más allá. “Quiere que me vaya”. Me miro los pies. Sí, lo mejor para ambos es que me marche.

-私がしたい家に帰る -susurro. Soy incapaz de mirarle. ¿A qué hogar? Yo no tengo padres. Su recuerdo me golpea y no aguanto más. Mis lagrimones resbalan por las mejillas. La vista se me nubla, me siento en el suelo, oculto mis ojos tras mis manos y me dejo perder en la tristeza -Snif -aspiro fuerte por la nariz -Snif, snif - me limpio la cara con la manga -お父さん...ママ... snif -Me levanto la camiseta, que se eleva hasta el ombligo y muestra mi piel blanca y que no llevo ropa interior, para limpiarme los mocos. Por suerte la cola está oculta a mi espalda y me acaricia. Intento consolarme.

“Para de llorar Onire, eso es poco valiente”, me reprendo pero no consigo calmarme. “¡Yo quiero irme a mi casa!”, grito en algún lugar de mi cabeza, tan ensordedor... tan mudo a la vez. Me arrastro por el suelo hasta una pared. Allí me siento contra la pared, flexiono las rodillas, tocándome la barbilla y vuelvo a perderme en mi dolor. Sé que Howard intenta calmarme pero prefiero que no me toque ahora. “Es más, deberías matarlo”, me sugiero. Pero aún soy débil. “Lo sé”. Lo sé...

Howard permaneció callado y pensativo mientras observaba a Onire juguetear con sus cosas y con el teléfono móvil, espantándose cuando éste vibraba o sonaba al tacto de ella. Realmente a veces parecía más un animal curioso y desvalido que una niña.

Cuando le preguntó sobre cuales eran sus planes de futuro, si ella tenía alguna idea, sucedió algo que no habría podido predecir en cualquier con ninguna variante matemática; repentinamente, los ojos de Onire se pusieron rojizos y se llenaron de redondas y brillantes lágrimas que empezaron a recorrer sus rosadas mejillas.

Sorprendido por tal reacción, Howard se quedó paralizado, sin saber cómo reaccionar, sobretodo cuando segundos después, la niña se dejó caer al suelo, levantándose la camiseta que le había dado para que se vistiera y dejando todo su cuerpo de cadera para abajo al descubierto. De no ser porque ya estaba acostumbrado a ese estilo de pataletas por parte de sus primas pequeñas y de verlas desnudas al bañarlas eso le habría impactado bastante... aunque no sabía donde poner los ojos, era imposible mirarla a la cara estando así.

De repente, se acordó de lo que solía hacer cuando su prima más pequeña, Louise se ponía a llorar porque echaba de menos a sus padres que eran mucho de estar de viaje de negocios. Howard se levantó y caminó hacia Onire, cogiéndola por las axilas y la sentó en su regazo con delicadeza, envolviéndola con sus brazos y acariciándole la espalda, tranquilizador.

-すべてがうまくいきます- Dijo tomándole las pequeñas manitas para que soltara la holgada camiseta que le había dado, para que ésta cayera por su propio peso -あなたがここにいる間、私はあなたの世話をします- Dijo ahora, mirándola a los ojos -私は約束- Howard se levantó y con él la puso en pie a ella, acomodándole la camiseta y sonriendo con dulzura, secándole las mejillas con un pañuelo de tela que había sacado de su bolsillo. El móvil ya iba por ¾ de su batería... tenía que ponerlo a cargar cuanto antes.

-あなたがしたいと思います...？- Decía mientras se erguía y caminaba hacia la habitación, tendiendo una mano a Onire, para que se la tomara -買い物に行くか？ 私たちは、女の子の服が必要-

Mis sentidos atontados no se dieron cuenta. Howard me levantó del suelo y me abrazó. ‘Todo irá bien’, prometía en saco roto. “No para ti”, me dije con amargura. En el fondo, empezaba a sentir lástima porque los esfuerzos de su ayuda acabarían con su vida. Aunque no me atrevía a pensar en matarlo. “Supongo que todavía soy demasiado inexperta”. Él me baja la camiseta que seguía estando por encima de mi cintura. Me sonrojo a la vez que me limpia la nariz con la manga. El humano se saca un pañuelo impregnado de sudor y lo restriega por mi cara para secarme las lágrimas. Aún me falta la respiración. Me acaba de dar un buen berrinche. Intento mostrar la sonrisa más falsa que me permite el ánimo para que el humano piense que me he tranquilizado. Enseguida me baja al suelo y me da la mano. Me pregunta si quiero ir a comprarme ropa. “Vestido”, me miro los pies desnudos. Sí, necesito ropa pero un sonido traidor me delata. Mi estómago famélico gruñe por la falta de comida desde hace días o semanas. Cuando me doy cuenta de mi agotamiento y de que estoy hambrienta caigo al suelo, sin fuerzas. “Quiero carne, quiero comida”, suplico cansada.

Escucho a lo lejos el batir de alas de un pájaro. Si mis fuerzas se quedaran podría salir por el tejado a cazar. ¿Con qué poder? Lo malgasto continuamente en caer bien a este humano pero no sirve de nada. “No es un simple agricultor, ni un granjero ni un prepotente samurai”. Entonces caigo en la cuenta de que sabe leer y escribir. “Es un sacerdote”, mi mente aterrorizada le mira atónita. “Lo sabe”, claro. Sabe lo que soy. Otro humano, más idiota, ya me hubiera dado comida para alimentar mi energía. Él sólo me da agua y una piajosa camiseta que... ¡Un momento! “En mi imagen se agolpan las imágenes de mi momento de llorar y del hambre”. Cuando me puse la camiseta apareció la hambruna y la tristeza. “Lo sabe”.

-殺す -prefiero la muerte a suplicar por mi vida -殺す -porque me niego a ser tu esclava -殺す -ya jugaste conmigo -殺す - ¡Ya sabes lo que soy! -殺す!!!!!! -gruño ferozmente a la vez que lucho por no llorar de nuevo. Ya demostré que carezco de fuerzas, ahora termina conmigo. “Lo sabe”, mis ojos miran el bloc de notas. Seguro que garabateó el ritual.

Justo cuando todo parecía ir bien encaminado de nuevo y la paz volvía a reinar en el pequeño apartamento de alquiler, un sonido bastante curioso y a la vez gracioso llamó la atención de Howard a sus espaldas. Allí estaba Onire con las mejillas sonrojadas y su mano libre a la altura del estómago, origen del sonido. La pobre debía estar muerta de hambre si el estómago le sonaba así.

-(Parece que tendremos que cambiar el orden de las prioridades...)- Justo cuando se giró para cambiar de dirección, Onire se dejó caer al suelo y a la pregunta del joven científico de si le ocurría algo, la pequeña niña empezó a responder con un susurro algo que no llegó a entender, pero empezó a repetirlo varias veces y de forma cada vez más elevada hasta llegar al grito.

Dios santo si se podía poner fiera una niña con hambre. Howard soltó su mano y salió corriendo a la cocina, abriendo la nevera y sacando de ella lo primero que vio, el cual tras sacarlo de su embalaje protector, entachonó algo brusco en la boca de la niña. Se trataba de un frankfurt de queso, no muy largo y bastante grueso como para hacer que se callara.

Como no le quedaba demasiada batería en el móvil para seguir traduciendo frases y tenían el tiempo justo para ir a comprar antes de que cerraran las tiendas, Howard intentó indicar a Onire con el lenguaje de signos y la lógica.

-Frankfurt- Dijo señalando la enorme salchicha en la boca de la pequeña, que era de lo único que se podía comer crudo que tenía en la nevera -Frank-Furt- Repitió lentamente haciendo gestos con las manos hacia la boca indicando que se lo comiera mientras esperaba. Llevándola de nuevo de la mano, Howard la trajo hasta la cocina y la sentó en el mármol al lado de la nevera y empezó a sacar cosas de ella, esperando que la niña escogiera lo que más le apeteciera.

-Sopa. So-Pa- Dijo mientras sacaba el tetabrick de caldo y haciendo sonar el líquido en su interior, dejando todo al lado de Onire para que empezara a aprenderse los nombres de las cosas -Carne. Car-Ne- Dijo sacando varias bandejas embasadas al vacío de distintos tipos de carne, desde hamburguesas de caballo hasta bistecs de ternera -Verdura. Ver-Du-Ra- Dijo sacando una bolsa llena de lechuga, zanahorias, tomates y cebollas.

Ahora que la niña estaba rodeada de comida, empezó a sacar utensilios de cocina para preparar la comida que ella escogiera, mientras le daba tiempo a decidirse y a asimilar la nueva información.

Howard se fue a la cocina. “Ahora vendrá con un cuchillo”, las lágrimas derraman por las mejillas y me arrastro por el suelo, intentando llegar a la ventana. Él vuelve con algo marrón y largo en la mano. No es un arma. Huele a carne y queso. Me introduce algo en la boca bruscamente. Parpadeo nerviosa varias veces y me lo saco de la boca. ‘Frankfurt’, dice Howard. Me hace gestos de comer. Miro la larga comida. Huelo la punta. Mordisqueo por un extremo. Sale algo blanco, “es el queso”. El bocado sabe bien, el estómago lo asimila y sin dudarlo, devoro rápidamente el ‘Frankfurt’. En las manos sigue el olor. Me lamo la palma y los dedos queriendo saborear otra vez la comida. “Me gusta”, digo, ojalá tuviera más. Howard me ofrece la mano.

Me lleva hasta la cocina y me sienta en el suelo frío y gris de mármol. Abre un armario raro con luz. Emite un sonido muy bajo y emana frío. “¿Qué es eso?" Howard saca cosas del interior y me las deja en el suelo junto a mí. ‘Sopa’, mueve una caja y suena algo de líquido dentro. Mis orejas se remueven nerviosas bajo mi pelo. ‘Carne’, olisqueo la pieza sonrosada y cruda. El instinto animal florece en mi interior y nubla la vista. ‘Verdura’ ya no le hago caso. Se ha girado a buscar cosas por los cajones.

Me abalanzo sobre la carne sangrienta. La cojo entre mis dedos y noto dolor en las encías de mis dientes incisivos superiores e inferiores. Crecen rápidamente en forma curvada. Me veo por el reflejo del mármol. Mis pupilas se agrandan, un color negro se extiende por el límite del iris y mis ojos rosados resaltan con una brillantez espantosa. Se me arruga la nariz. Las orejas salen de su escondite. Soy una criatura espantosa que intimida. Soy una kitsune hambrienta. Muerdo feroz el trozo de carne cruda, chorreándome por la barbilla y el cuello.

Cuando Howard se gira, como a cámara lenta. Mi fisonomía se modifica por completo, ocultando de nuevo la forma de zorro. Me retiro el jugo de mi cara. Lo que ve es una niña que ha intentado comer carne cruda y que se ha tragado un enorme trozo anormalmente grande.

-Calne -le ofrezco la pieza para que me la cocine y ladeo la cabeza inocente, chupándome el dedo pulgar. Sabe bien, a sangre... Me muerdo el pulgar fuerte con un incisivo que amenaza con volver a salir. Pero me calmo, él no puede verme así. El sabor salado y metálico de mi propia sangre del dedo me calma. -Calne, Howald.

Me levanto del suelo y me dejo caer en una silla que hay, agotada. Controlar mi... todo esto es realmente imposible sin comida en el estómago. Me lamo los dedos de nuevo, entre el dedo índice y el corazón. Los dedos de los pies no llegan a tocar el frío mármol, así que balanceo las piernas en espera de que la comida esté lista. Al olor de la carne en el fuego vuelvo a luchar contra mi propio monstruo que se “MUERE” de hambre.

-Calne- Aparte de su nombre, aquella era la primera palabra que lograba que Onire dijera en un idioma que él comprendía. Se sintió tan aliviado que casi se le cayeron todas las herramientas de cocina que estaba cargando y esparciendo por la zona de cocinar.

Cuando se giró, Onire tenía la boca manchada, pareciendo que había intentado comer la carne cruda y le ofreció un trozo que había sacado ya del envase. Howard lo tomó con una sonrisa, restándole importancia al hecho de que hubiese intentado comer carne cruza pues.

-(Éstos japoneses...)- Cuando Howard cogió la carne, Onire salió de la cocina y se dejó caer en una silla de la mesa del comedor, moviendo las piernas nerviosa y sin quitar ojo de la cocina, como haciendo saliva a la espera de que le trajeran la comida... ahora volvía a recordarle a un animal. Sin perder demasiado tiempo, Howard encendió el fuego de gas y calentó la sartén con algo de aceite y tras embadurnar con aceite y perejil la carne, la puso utilizando sus utensilios. Como eran filetes delgados y pequeños y se hacían relativamente deprisa, hizo varios para asegurarse de que la pequeña no se quedaba con hambre, unos más hechos, otros menos, unos con más sal y otros con menos, pues desconocía los gustos de la pequeña invitada que tenía en casa.

A los pocos minutos, Howard se encaminaba al comedor con un plato lleno de carne el cual dejó delante de Onire junto a unos palillos japoneses que conservaba de una vez que fue a un restaurante y unos tenedores normales para ver cual utilizaba la pequeña. Howard se sentó también en la mesa con una mera rebanada de pan pues con el nerviosismo y la sorpresa de toda la tarde no tenía demasiada hambre y esperó a ver comer a la pequeña, esperando que le gustara.

-大したことない- Dijo mientras tragaba el pan -いただきます- Se levantó entonces para coger unos vasos y una botella de agua, dándole uno lleno a Onire para que bebiera también y esperándose que no se atragantar comiendo demasiado deprisa.

-¿あなたがより良いですか？-

La maestría de Howard en la cocina no se hizo esperar. En pocos minutos regresó a la mesa con un plato a rebosar de deliciosa, caliente y humeante carne. el humano me coloca unos palillos de madera clara, de mala calidad. Sólo por el olor y el tacto se sabe que eso no es nada higiénico. También me colocó una herramienta pequeña, con cuatro palos en un extremo. Arqueo la ceja. Nunca vi nada parecido. Mi estómago volvió a rugir hambriento ante el olor de la comida. Howard trajo algo de pan que mordisqueaba mientras me miraba, esperando a que empezara a comer. Le miro ladeando la cabeza y luego inquisidora a la comida. “A la porra los modales”.

Alargo la mano y cojo un trozo de carne. Arde en mis yemas pero me da igual. Le doy un buen mordisco. Noto el sabor salado y picante, el calor en mi garganta y mi estómago deja de estremecerse, aliviado por recibir un bálsamo sabroso y apetitoso. En cuatro bocados me he tragado el primer filete. Tengo los dedos pringosos y un líquido grasiento cae por mi muñeca, hasta el codo. Siento el líquido caliente acariciarme la piel. Pero la hambruna me controla. Alargo la mano y cojo otro filete de carne con los dedos. Lo devoro con voracidad. Con los codos tiro al suelo los palillos y la otra herramienta que me ha dado. Al caer choca contra el suelo la madera y el metal. No me importa. Con la boca aún llena sigo engullendo carne.

Se me ocurre mirar a Howard. Me mira con una cara extraña, supongo que debo de dar una imagen rara o nauseabunda. Me encojo de hombros. La verdad es que ahora mismo manda mi instinto animal y no puedo estar pendiente en caer bien a este humano. Me llevo a la boca un tercer trozo, menos hecho. El interior presenta un tono rosáceo, sangriento y el sabor medio crudo me llena las... “fauces”, pienso, comparándome con un animal. Me levanto de la silla y me subo a ella, flexionando las rodillas para ganar altura. Es como si quisiera intimidar a Howard. “Este plato es mío”, dice una voz maligna que quiere conquistar mi cerebro. Me inclino sobre la mesa y con la boca engancho dos trozos de carne y me revuelvo en mi silla, haciéndome un ovillo para proteger mi comida. Engullo a un ritmo frenético hasta que siento que mi hambre está saciada. Me acomodo en la silla una vez empachada.

En el plato queda un filete. Ya no tengo apetito. Me dedico a lamerme los dedos pringosos llenos de aceite, grasa, hierbas aromáticas y sangre. Termino lamiéndome los labios sensualmente y me paso los dedos por la barbilla para chupar los últimos jugos. Ahora miro a Howard, con esa expresión. Carraspeo un poco para decir algo.

-美味しかったです -digo con voz melosa. al instante noto rubor en mis mejillas. Ahora siento que soy consciente de que he actuado como un animal pero en el fondo, siento que no es tan raro si una persona se muere hambre. Examino a Howard para estudiar los posibles daños mentales que pueda tener. Tal vez, ahora piense que soy una salvaje y que deba deshacerse de mí. Empiezo a temblar levemente y escondo mis manos por dentro de la camiseta -彼は非常に空腹だった... -digo con voz entrecortada y nerviosa - ゴメンナサイ-cierro los ojos, incapaz de mirarle - それは1つです -me atrevo a decirle señalando con un gesto del mentón el filete que rebosa en el plato. Se me ocurre una idea. Me levanto de la mesa, cojo el plato y aproximo a Howard contoneando las caderas. Entonces troceo un poco con los dedos y lo acerco a los labios del humano.

Aunque se lo esperaba, no dejó de sorprenderle ver a la pequeña Onire amarrarse al plato de comida y empezar a coger uno a uno los filetes de carne con las manos desnudas. Howard se preocupó porque podía quemarse, pero eso poco parecía importar a la niña que empezó a engullir como si no hubiera un mañana... y sin atragantarse. Era tanto su entusiasmo que hasta tiró los palillos y los tenedores que había traído para ella, recogiéndolos con calma y dejándolos a su lado y deseando que no hiciera lo mismo con el vaso de agua.

Entonces ocurrió algo que de verdad no esperaba y es que Onire se levantó repentinamente sobre la silla, quedando en cuclillas, poniéndose prácticamente encima del plato de comida.

-(Desde luego esto no es normal... ¿Qué habrá vivido esta niña para actuar de esta forma- Más que temerla o asustarse, no podría sino preocuparse por la niña que parecía que había tenido una infancia más dura que la que muchos se pudieran imaginar. Lo que siguió fue demasiado exagerado y Howard alzó las manos intentando tranquilizarla.

-私はあなたのために調理した- Dijo tranquilo y con su eterna sonrisa paternal -いいえ、私は削除してしまうんだ- Pero ya era tarde, se había quedado llena y volvía a sentarse normalmente. Entonces, al ver que Howard la miraba, se disculpó por lo que acababa de hacer, mientras se ruborizaba y se levantó, tomando el plato donde aún quedaba un trozo de carne y se acercó a él, contoneándose de manera excesiva para ser una niña en opinión del científico.

-どうもありがとうございました- Dijo educadamente y comiéndose el trozo de carne que la niña le ofrecía con los dedos, esperando no asustarla y que no pensara que no quería comer porque había echado algo extraño en la comida. Al notar el sabor de la carne le entró el hambre desaparecida minutos antes y se terminó el filete en un santiamén, usando, eso sí, los tenedores para que Onire supiera para qué servían y cómo se usaban.

Una vez terminada la comida, Howard se levantó y lavó los platos en la cocina, subiéndose las mangas de la ropa y una vez hubo terminado, puso los brazos en jarra observando a su pequeña acompañante.

-あなたは今何が欲しいですか?- Preguntó con curiosidad, agachándose para estar a su altura y esperando a ver qué le apetecía a la pequeña. Todavía tenían tiempo de ir a comprar ropa, al menos la más urgente como la interior y la de dormir...y si quedaba algún supermercado abierto podía aprovechar para comprar productos infantiles como champús y cosas de ese estilo, pero tampoco quería sacudir de información nueva a la pequeña.

Pero sin duda debía ir a alguna tienda para que le dejaran enchufar el móvil aunque sólo fuera un rato o se le acabaría la bateria.

Howard comió de mi mano, nunca mejor dicho. Pero después coge el plato y comienza a trocear la carne con dos herramientas: la herramienta con puntas y un cuchillo. Le miro curiosa mientras veo como el humano se desenvuelve. Come sin prisa, con delicadeza. Casi con gracia. Procuro no echarme a reír. Howard termina el filete y se levanta. recoge la mesa y se lleva los platos a la cocina. Voy detrás de él mientras se remanga y comienza a limpiar. Me inclino a un lado, primero observo su cara seria, luego las manos. Pone jabón en el agua caliente y frota los platos con la espuma que se crea. Mi cola sale de debajo de la camiseta y se mueve alegre por detrás de nosotros. Cuando termina con la cocina, mi cola roja vuelve a meterse, enroscandose en mi pierna derecha.

El humano me mira con los brazos puestos en jarra. Quiere saber qué quiero hacer ahora o si prefiero salir. Sin proponermelo, no puedo aguantar un bostezo. La comida me ha dejado somnolienta. Ahora caigo que tengo sueño y que probablemente se deba a que llevo muchos días sin dormir. Me tapo la boca para que no se vea otro bostezo. Me giro, incapaz de decir nada y me subo al sofá. Allí, doy varias vueltas sobre mí misma hasta dejar el asiento mullido. Me coloco en posición fetal, tapándome bien las piernas con la camiseta. Cierro los ojos, por ahora sé que Howard no me hará daño y yo necesito una cabezadita.

Onire no tardó en responder a sus preguntas con una simple y primitiva acción; bostezó. Howard contuvo la risa cuando la vio taparse la boca con sus pequeñas manos mientras parpadeaba múltiples veces pareciendo que intentaba mantenerse despierta, pero el sueño parecía intenso en ella y con lentos pasos, arrastró los pies hacia el comedor y allí se subió al sofá a gatas, dando varias vueltas sobre sí misma, recordando una vez más a Howard lo mucho de animal que tenía esa niña y tras un par de parpadeos se durmió profundamente, como si llevara días enteros sin poder hacerlo.

El joven genio sonrió con dulzura y se acercó a ella tranquilamente, cubriéndola con una manta gruesa y cálida y se sentó en la butaca más cercana al sofá, cruzándose de piernas y llevándose una mano al mentón, acariciándose su poblada (pero bien cuidada barbilla), pensativo.

-(Cuanto más la veo más dudas me entran...¿De dónde viene? ¿Quien es en realidad... o qué...?)- Desde el primer momento en que la vio sospechaba que podía tratarse de un ser sobrenatural, pero no lograba dar con cual... a lo mejor vampiros y licántropos no eran las únicas razas ocultas al ser humano que moraban el planeta. Se le ponía la piel de gallina sólo de imaginarlo... ¿Qué podrían ser? ¿Hombres pez? ¿Fantasmas? ¿Zombies?

Su curiosidad era fuerte, y ahora mismo la niña dormía profundamente, no debería despertarse fácilmente... ¿Debería intentar indagar por sí mismo? Era arriesgado... si se despertaba de repente y se lo encontraba encima a lo mejor se asustaba y sólo conseguía acabar entre rejas y ya jamás la volvería a ver... pero de no ser humana... si se trataba de un ser sobrenatural tanto él como ella misma estarían en peligro... quien sabe de qué había huido esa niña o si la buscarían parientes suyos con poderes inimaginables para Howard.

Tenía que hacerlo, debía averiguar todo lo posible sobre Onire, aunque fuera traicionando su confianza y espiando mientras dormía.

-(Vamos allá)- Justo cuando se apoyó con las manos en los reposabrazos de su butaca, los ojos se le abrieron como platos, pues la bella durmiente que tenía delante se había delatado por sí sola estando dormida. De entre sus cabellos emergieron dos largas orejas parecidas a las de un zorro de pelaje rojo, idéntico a su cabello.

A Howard se le erizó el bello de la nuca, realmente nervioso. Tragó saliva y siguió mirando atento las orejas de la niña, sin ser capaz (ni atreverse) a parpadear. De vez en cuando se agitaban, como atraídas por algún sonido.

-(Calma Howard, calma... vamos, analiza la situación...)- Con el más absoluto silencio y sigilo se levantó y se acercó a la pequeña Onire, mirando de cerca sus largas orejas. No eran de lobo... definitivamente no se trataba de una licántropo. Empezó a hacer memoria, intentando averiguar qué más podía estar escondiendo esa pequeña niña.

-(Con la mata de pelo que tiene y siendo del mismo color le habrá sido fácil esconderlas... normal que no me haya fijado en ellas... pero... donde hay orejas... suele haber...)- Con un leve temblor en la mano, Howard levantó la manta que había puesto encima de Onire y miró bajo ella viendo que de debajo de la larga camiseta que se había puesto, asomaba ahora una larga y peluda cola también pelirroja. Howard hinchó los mofletes conteniendo un soplido y soltó la manta, alejándose para evitar ser descubierto infraganti.

-(Parece una humanoide de zorro... ¿Qué clase de raza es esa?)- El joven jamás había oído hablar de nada parecido... sabía que en muchos sitios era común utilizar orejas de gato y ese estilo de vestimenta para interpretar a ese sensual felino pero... ¿Un zorro? ¿De donde habría salido?

Se moría por conectarse a internet a investigar todo cuanto pudiese mientras la niña dormía, pero no tenía electricidad y seguía dependiendo del móvil... tendría que aguantarse... al menos por el momento... y sobretodo, algo que se le daba muy mal; disimular... si ella se lo había estado escondiendo tendría sus motivos, debería esperar a que ella se decidiera a mostrarlo por sí misma.

-(Al menos no parece peligrosa... ni ha intentado matarme...)- Todo ser sobrenatural con el que se había cruzado hasta la fecha habían intentado matarlo, por eso durante un tiempo se entrenó con esmero y aprendió varias técnicas de lucha e incluso aprendió a manipular con más intensidad un poder sobrenatural que él también poseía... pero debía ser un secreto.

Estoy soñando con mis padres. Ellos siguen vivos en mis sueños. Me hablan. no los escucho bien. Corro hacia ellos pero mis padres caminan, sin darse la vuelta. Les llamo y sigo corriendo. Corro, corro, corro... Abro los ojos. Pese a la pesadilla, me noto recuperada.

Miro a mi alrededor. Estoy con ese humano tan raro. No veo a mis padres. Claro. Ellos están muertos. trago con amargura la saliva y miro a los ojos a Howard. Algo en él es diferente. Lo noto. Abro los ojos y noto como un jarro de agua fría se me echara encima. ¡Las orejas de zorro están visibles! “Cómo eres tan tonta”, me riño. Me avergüenzo sin saber porqué y noto calores por todo mi cuerpo y mi cara.

Me sudan las manos, intento secarlas con el bajo de la camiseta. ¿Y si al verlas ha visto mi cola? Escondo las orejas. “Si ahora, ya es tarde, niña tonta”, vuelvo a regañarme. Me tapo más con la manta. Me armo de valor y me quito la manta. “Si reacciona mal, puedo matarla, ya tengo fuerzas”. De debajo de mi camiseta sale mi cola roja y asoman mis orejas por encima de mi cabeza. Miro al suelo, incapaz de levantar la vista. Entonces le confieso la verdad. Me levanto y me pongo de pie.

-私は悪魔だ -Le digo lentamente, pronunciando cada palabra con voz armoniosa, como si al confesarlo fuera en parte un orgullo. No puedo decirle que soy el resultado de un fallido intento por ser un kitsune. Aunque teóricamente, los kitsunes son demonios, así que no tengo que decirle que soy de verdad un auténtico demonio de los que gastan bromas pesadas y forman el caos en el mundo de los humanos.

Me encojo de hombros y me siento en el sofá. Me vuelvo a sentar, me siguen sudando las manos. Incluso ideo la manera de escapar. Puedo invocar el portal oscuro y moverme entre las sombras. También puedo invocar a mis esclavos y ordenarles que le torturen mientras le voy quemando. Niego con la cabeza... Espera... Puede que este humano no se lo merezca, en parte le debo la vida. ¡Oh! Si mis padres me vieran... Estoy deshonrando la memoria de mi familia. Yo debo escapar de aquí.

Retrocedo hacia la ventana y la abro de par en par. Con un ligero salto me coloco encima de la cornisa y le miro.

-感謝

Me quedo ahí, plantada, de cuclillas sobre la ventana. Hay una altura considerable que no me puedo permitir caer. Puedo saltar por la fachada hasta el tejado y luego... Buscar un sitio donde cobijarme. En mi mente empiezan a alborotarse miles de ideas de supervivencia. Comida, hogar, ropa. Le despido con la mano lentamente. Más a mí, pese a todo, he tenido incontables ocasiones de matarlo y no he reunido el valor para ello.