The Hidden Wars
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Huellas en la nieve

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Mensaje por Ritva Sáb Ene 19, 2013 10:34 pm

Se detuvo un instante. Su respiración agitaba su pecho, la vena yugular le latía con furia en el cuello y las aletas de su nariz se dilataron un par de veces mientras paladeaba -más que olía- el aire que le rodeaba. Era una ventisca gélida que se congelaba en la garganta tras su paso por las vías nasales y que arañaba con violencia su garganta, pero no importaba pues la recompensa era más que grata: el aroma del bosque. Madera húmeda, vegetación descompuesta, tierra empapada y frío.
Ante sus ojos se extendía un vasto bosque de pinos negros, enormes y magestuosos, cubiertos de una gruesa capa de nieve vírgen, al igual que el suelo. El frío entumecía sus sentidos, pero estaba seguro de que nadie le había seguido hasta allí. Se permitió entonces disfrutar unos cortos minutos más de la parada en su largo viaje.
Anduvo unos pocos pasos. Sus botas de piel gruesa hacían crujir la inmensa capa de nieve bajo ellas, pero había más sonidos que le encantaban a parte de aquél. Podía oir el viento bailando entre las ramas de los pinos, y éstos quejándose ante cada embestida con lamentos largos y guturales. Se oía a sí mismo, su respiración, el fluir de su sangre a través de las venas de los oidos...
Podía ver más allá que cualquier humano, eso lo había aprendido desde muy pequeño, y en ese instante le encantaba lo que veía. El bosque se perdía en lo que parecía un absoluto infinito de troncos y ramas, y los colores que percibía con su único ojo útil se le hacían bellos y relajantes: azules gélidos, blancos níveos y pardos negruzcos.
Desnudó su mano izquierda sosteniendo el guante por un dedo con sus dientes y la posó sobre la corteza áspera y quebradiza de uno de los árboles. La piel, endurecida por el paso de los años y el duro entrenamiento al que se había sometido, levantó costras enteras y resecas del tronco. El bosque le hablaba. Los pinos, la nieve, los animales que en él habitaban... formaban un todo que él solía llamar hogar, aunque se encontrase en aquél páramo alejado de su tierra, Finlandia.

Sin previo aviso su estómago rugió con furia y sonrió para sí mismo. Volvió a colocarse el guante y se puso en marcha de nuevo. Llevaba semanas viajando a pie sin saber a ciencia cierta hacia dónde estaba yendo, y hacía demasiados días que las pocas provisiones de que disponía se habían agotado. Subsistía entonces cazando pequeños animales, robando huevos de nidos e hidratándose de la inmensa e inagotable fuente de agua dulce que le rodeaba: la nieve.

Tardó un largo y paciente rato en encontrar la que podría acabar siendo su presa para esa mañana. Ante sí, distraída y solitaria, localizó a una pequeña y lustrosa perdiz nívea. Su aroma era embriagador, sus pequeñas patitas rojas apenas levantaban la nieve a su paso y de toda ella se desprendía un leve calor que sólo la vida es capaz de dar.
El ave alzó la cabeza, nerviosa y de un salto emprendió ese torpe vuelo tan propio de las perdices... Algo la había asustado, algo que hacía mucho ruido en la tranquilidad de aquel bosque de Rusia, algo que corría hacia él a muchos metros de distancia y que no había sido capaz de percibir hasta ese momento... Algo grande, ¿un humano?
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Mensaje por Alcrin Lindel Dom Ene 20, 2013 7:26 pm

Alcrin acababa de volver de su largo viaje por el continente europeo cuando todo eso sucedió. Hacía apenas unos días había estado en Londres y había tenido una muy buena cosecha, aunque siempre pudo haber sido mejor (y peor) logró localizar a lo que podría ser otro ser idéntico a ella, una híbrida posiblemente mezcla de licántropo con algún otro ser sobrenatural... Alicia se llamaba... que ganas tenía de volver a verla.

Sin embargo, eso tendría que esperar, pues el ataque que ambas recibieron en la ciudad inglesa dejaba claro que tenían perseguidores y que las tenían localizadas, así que para evitar problemas debería alejarse un tiempo y pasar lo más desapercibida posible. Había tenido que cambiar sus atuendos y todo para viajar en transporte humanos, lo cual fue extremadamente difícil dado su aspecto infantil, por suerte había aprendido a falsificar documentos... y en caso de que estos fallaran sólo debía colarse cual simple polizón.

Se dirigía a Rusia, a una región norteña prácticamente deshabitada por culpa de la situación climatológica tan dura que se daba en esa zona... había algo allí que visitaba de vez en cuando en el más extremo de los secretos, nadie más aparte de ella sabía de eso... pero para poder llegar primero tendría que asegurarse que no estaba siendo seguida. Había veces que pasaban meses sin que pudiera regresar a ese sitio tan especial para ella, nunca se acercaba a no ser que estuviese completamente segura de que iba sola.

Fue poco después de abandonar la ciudad en la que bajó del tren, en cuanto abandonó los caminos y se adentró en el bosque nevado fue cuando lo notó... pasos tras ella, los árboles parecían querer avisar a su lado élfico comunicándose con ella, haciendo crujir sus ramas intensamente... sin embargo fue completamente por sorpresa y de dos ángulos distintos; dos flechas pasaron rozando su mejilla izquierda y la hoja de una espada curva pasó cerca de su cabeza... tan cerca que hasta llegó a cortar el manto que la cubría, cayendo con él la máscara de Lindel, su alma angelical.

Estaba en apuros, sin esa máscara perdía gran parte de sus poderes y fuerza, no sería rival contra esos dos sicarios élficos que ahora se mostraban, uno enfrente de ella y otro a su espalda.

-Déja ya de resistirte abominación... tu destino es morir, nada más- Advertía el que tenía enfrente, haciendo crujir la madera de su arco mientras lo tensaba. Alcrin sonrió, intentando permanecer serena y, sobretodo ganar tiempo para idear un plan de escape.

-No es mi destino morir mientras todavía quede uno de los vuestros a quien segar la vida- Si hacía un movimiento en falso estaría acabada, era imposible que pudiera esquivar dos ataques a la vez, viniendo por lados distintos así que sólo podía pensar en minimizar los daños. Con un movimiento rápido y seco, Alcrin dio un giro de 360º, levantando con su pie (el cual había arrastrado por el suelo) un muro de nieve el cual usó para desaparecer de su vista un instante, suficiente para escapar, pero no intacta, pues el arquero había logrado acertarle y una de sus flechas había alcanzado su muslo izquierdo, por suerte sin tocar el hueso.

Con un impulso que la hizo gemir de dolor, Alcrin saltó a los árboles, usando sus manos cual simio para saltar de rama en rama aprovechando la proximidad de los árboles entre ellos esquivando los ataques de los élfos que la persiguieron como si no hubiera un mañana para ellos si la dejaban escapar.

Eso no iba nada bien, se estaba alejando demasiado de la máscara, y alargar eso estando herida sólo sería peor para ella... pero no iba a rendirse, no mientras respirara. Con un fuerte impuslo, cargado con todas las fuerzas que le quedaban, se elevó por encima de las copas de los árboles, seguida sólo del elfo espadachin...

-Has picado- En el aire, estando ella a una altura superior, tenía la ventaja. Sacó la hoja de su guadaña, guardad siempre a su espalda y desplegó su vara, armándose con ella y partiendo en dos la espada del elfo y de paso su brazo también. Usando el cuerpo del hombre como escudo para su compañero el arquero, Alcrin se impulsó alejándose de ellos unos metros, cayendo entre varias ramas que se rompían a su paso hasta impactar en el suelo, dando varias vueltas amortizadas por la nieve y perdiendo la guadaña varios metros detrás de ella.

La flecha aún clavada en su muslo se había roto... astillada sería una auténtica amargura de sacar... estaba acabada, ya no le quedaban fuerzas para luchar, ni siquiera para seguir huyendo.

-(Qué pena... realmente pensé que podría llegar a cumplir todos mis planes... o al menos unos cuantos más antes de morir... y en un simple bosque...)- Alcrin inclinó la cabeza hacia atrás, escuchando los pasos de los hombres que se acercaban... pero, ¿Qué era eso que había en dirección opuesta? Tras un árbol, una figura oscura se encontraba quieta, pareciendo observar neutral... ¿Quien sería ese infortunado y a la vez oportuno desconocido?

Un rayo de luz se abría ante los ojos de Alcrin, que creía que podría tener una oportunidad de sobrevivir. En un último esfuerzo, intentó arrastrarse hacia donde se encontraba esa figura aparentemente neutral y exclamó con todas las fuerzas que le quedaban.

-¡Auxilio! ¡Intentan matarme!- Si los elfos la escuchaban y se daban cuenta de que había una presencia humana en la zona, seguramente se retirarían... por mucho que desearan su muerte, los elfos jamás se arriesgarían a mostrarse ante un humano, menos aún matando a lo que aparentaba ser una niña que no llegaba a adolescente. Ahora sólo faltaba ser si contaría con la colaboración de ese lejano desconocido.
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Mensaje por Ritva Vie Ene 25, 2013 10:09 pm

Advirtió el motivo por el cual no había sido capaz de ver a aquella persona en el bosque: sus ropajes, su piel, su pelo... todo era blanco impoluto, inmaculado, níveo. Divisarla entre toda aquella nieve que cubría el paisaje en su totalidad era casi tan complicado como encontrar una pequeña y gorda perdiz de plumaje blanco. Pero él las había encontrado a ambas, una lástima que su primera presa huyese antes de poder cazarla.
Centró entonces su atención en la persona que se acercaba más que corriendo, arrastrándose por el suelo. Ladeó la cabeza, pendiente de los sonidos del bosque y de los que, por obviedad, no poducía éste último. Pasos, una cuerda tensándose y tal vez tela siseando. Unas manos se aferraban a la nieve haciéndola susurrar, eran las de ella. Entrecerró su único ojo vivo para intentar evitar el resól que rebotaba en la nieve y que le impedía ver con claridad a la persona que yacía a bastantes metros de él. Parecía una mujer joven, una muchacha.
De repente el viento viró y le transportó los aromas del sur. Sangre. Puede que algo floral, perfumado. Más sangre. Madera, tierra húmeda, hojas descomponiéndose. Mucha sangre. Pino fresco y vivo.
La niña estaba herida, pero pareció verle.

-¡Auxilio! ¡Intentan matarme!

No era hombre de pensar demasiado, de pequeño la vieja que le cuidó solía reprochárselo. En demasiadas ocasiones se encontraba en situaciones en las que no recordaba haberse metido, o al menos no recordaba haber decidido querer formar parte de ellas. Pero allí estaba, corriendo en pos de la niña que se arrastraba hacia él en un último intento por mantenerse con vida. Tiró sus pertenencias: una mochila de un verde militar perfecta para vagar por el bosque, y tardó apenas diez segundos en alcanzar a la niña.
Con un rápido vistazo se hizo con la situación. En el muslo tenía algo clavado, una madera astillada que le provocaba una profusa hemorrágia, toda ella parecía cubierta de magulladuras y golpes y a varios metros hacia el sur parecía haberse desprendido de algún objeto blanco también.
No veía nada más.
Se agachó junto a la cría, que parecía nerviosa y le indicó con un gesto que guardase silencio. Miró enderredor y las aletas nasales se le dilataron. Flores. Estaba seguro de que, tras el aroma férreo de la sangre de la pequeña, algo olía a flores. "No hay flores en los bosques de Rusia" pensó "y si las hubiese, no olerían".

Giró la cabeza al oeste, el viento se arremolinaba cerca de ellos levantando volutas de nieve. Allí estaba, entre las ramas de uno de los pinos negros. Era un hombre grácil, casi felino y de facciones afeminadamente bellas. En sus manos portaba un arco cargado y con la cuerda tensa que les apuntaba con descaro.
Ritva sitió furia, ¿quién era capaz de herir así a una niña pequeña?. Sintió sus entrañas retorciéndose de rabia, su sangre hirviente recorrerle las venas y la saliva, espesa, acumulándose en su boca. Sus colmillos empezaron a aprisionar su lengua y su rostro a desfigurarse. El dolor se volvió insufrible, como una llamarada que te consume en el interior, como una descarga que te recorre el organismo hasta dejarte inconsciente. Gimió, los gemidos se transformaron en gritos, los gritos en alaridos y los alaridos en aullidos desgarradores. Su piel se tornó oscura y brotaron de ella miles de pelos gruesos y desmadejados. Ritva se había transformado en un enorme lobo negro de lomo erizado y ojo ambarino -pues su ojo derecho seguía muerto-.
Colocó su cuerpo entre la niña y el elfo, con las orejas hacia atrás y mostrando toda su dentadura, afilada, peligrosa, canina.

Llenó sus pulmones de aire congelado, alzó las fauces al cielo y aulló profundamente. "Ven a por mi si te atreves" quería decir.
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Mensaje por Alcrin Lindel Vie Feb 01, 2013 4:41 pm

Tras su agudo grito, lleno de su desesperación y a la vez sus últimas esperanzas, los pasos de los elfos que se encontraban tras ella cesaron y durante escasos segundos se hizo el silencio. La oscura figura oculta tras un árbol arrancó entonces a correr rompiendo la quietud del momento y en apenas unos segundos se plantó frente a Alcrin.

Se trataba de un hombre, alto y fornido y de cabello escaso y claro... sería originario de esas mismas tierras o como mínimo del norte de Europa. Su rostro estaba cruzado por una enorme cicatriz que le había dejado un ojo ciego, pareciendo las garras de un animal bastante grande, tal vez un oso o incluso un lobo. El hombre, sin pronunciar palabra se agachó al lado de la pequeña, mirando a su alrededor mientras se llevaba un dedo a los labios para pedirle silencio, a lo cual Alcrin asintió tranquilamente, sintiendo como su alma recuperaba el calor y las fuerzas por momentos... no todo estaba perdido.

El desconocido giró bruscamente el rostro hacia un lado, encontrándose frente a frente con el elfo armado con un arco a varios metros de ellos, observándolos en la distancia, pareciendo no saber cómo reaccionar. Y entonces, en apenas unos segundos los sonidos de ropa rasgándose alertaron tanto al elfo como a Alcrin, que miró al que había sido su salvador, convirtiéndose en un feroz lobo de negro y brillante pelaje. Su lomo erizado parecía hacerle medir varios centímetros más de lo que ya medía que era bastante más que un lobo normal.

Alcrin era capaz de asimilarlo, todavía no sabía qué pensar, si tenía suerte o era una auténtica desgraciada. Aquel hombre era un licántropo... que por suerte no se llevan demasiado bien con los elfos, pero si se enteraba que ella era una híbrida a lo mejor era capaz de llegar a un acuerdo con él... debía deshacerse del elfo antes de que empezara con sus estúpidas palabruchas para intentar negociar.

Con un gran esfuerzo, Alcrin se puso en pie, aferrándose al duro pelaje del animal que tenía su lado, por ahora protegiéndola y fingiendo no sentir dolor sonrió y se encaró al elfo, acariciando al lobo con la mano que utilizaba para apoyarse en él.

-Si crees que puedes con ambos adelante, tensa ese arco... descubramos qué es más rápido... si la dentadura de un lobo o un elfo tensando la cuerda de su arma- Viendo la amenaza que representaban ambos juntos, y contando que su compañero se encontraba herido de gravedad al haber perdido un brazo, el elfo guardó su arco y rápidamente desapareció de su vista sin decir nada y dejando todo en silencio.

Tras unos segundos de espera, Alcrin perdió las fuerzas y se dejó caer al suelo, llevándose la mano a su pierna herida, gimiendo de dolor.

-Muchas... gracias por... salvarme- No muchas personas habían logrado oír a la pequeña híbrida pronunciar esas palabras -Pero ahora... necesito... de unas manos humanas... que me ayuden con ésto...- Dijo señalando con la cabeza la flecha que atravesaba su pierna, deseosa de poder arrancársela... ojalá ese hombre llevara algo encima con lo que poder cortarla para evitarse las astillas o la punta de la flecha.
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Mensaje por Ritva Dom Feb 03, 2013 9:01 pm

Podía sentir la sangre golpeando con furia la vena yugular y los frenéticos latidos de su propio corazón. Cada inhalación era un puñal rajando su garganta y cada exhalación un baile de vapores que adornaba el aire. El frío se hacía menos evidente cuando adoptaba su forma animal, pero su ansia aumentaba descomunalmente.
Por suerte, el elfo que les tenía a tiro con su arco pareció replantearse la situación cuando la niña se levantó y se escudó en él amenazándole. Francamente no tenía nada claro el poder vencer a un elfo armado y a tal distancia, pero no podía permitir semejante injusticia para con la pequeña herida.

Olfateó el aire de nuevo. La sangre seguía presente, más ténue y tímida, pero inevitablemente despertaba su apetito y su salivación, que goteaba densa de sus fauces entreabiertas hasta la blanca nieve que se derretía bajo ésta. Se giró hacia la muchacha, inmenso, peligroso, agitado. Su ambarino ojo danzó sobre ella, posándose en su rostro, en su pierna, en su sangre. Tras el desplome, era evidente que no podría llevarla a lugar seguro sin antes arrancarle aquello que había destruido la hermosa continuidad de su inmaculada piel.

-Muchas... gracias por... salvarme. Pero ahora... necesito... de unas manos humanas... que me ayuden con ésto...- La cría gemía de puro dolor y su rostro era una clara muestra de lo insoportable de su situación.

Tenía razón, con aquel cuerpo lo máximo que podía hacer con ella era cargarla y trotar con ella encima hasta otro lugar... no llegarían demasiado lejos y la herida podría empeorar, las astillas penetrar más en sus músculos, y desde luego no podría llevarse consigo sus pertenencias.
Se aproximó a ella, a su rostro y le lamió la mejilla cariñosamente. Su lengua era blanda, húmeda y cálida y la aspereza de ésta siseó cuando tocó la piel de la niña. Orejas gachas, cuartos traseros algo deprimidos y el rabo -antes erguido e inhiesto- escondido entre las patas. Con este gesto de sumisión su aspecto fue cambiando, su morro acortándose, su pelo aclarándose y sus garras humanizándose para acabar desnudo junto a la niña y rodeándole la cabeza con ambas manos.

-No te muevas.- Su voz era grave y su acento rudo y agresivo- Voy a buscar mis cosas. Intentaré sacarte eso de la pierna.

Sin esperar respuesta alguna salió corriendo hacia la mochila, que había dejado abandonada metros atrás justo antes de su carrera. En ella siempre llevaba un par de mudas, podía resultar algo embarazoso quedarse en cueros cada vez que se transformaba y la luna llena estaba próxima. Se vistó con presteza, pantalón grueso de corte militar y jersey de punto parduzco y corrió de nuevo hacia su protegida. Se hizo con un puñal de los que usaba para desoyar a sus presas y miró a la pequeña.

-Te dolerá. No grites. ¿Me has oido guapa?

Su anciana cuidadora le había mostrado en alguna ocasión algunas prácticas médicas, sobretodo consigo mismo, pues a menudo aparecía en casa con astillas importantes hundidas en la carne, con huesos rotos y cortes profundos... todo formaba parte de la vida en el bosque.
Rajó la piel próxima a la madera y con movimientos de relojero balanceó la madera que sobresalía. Supo entonces cuál era el problema: había algo en la carne más grande que la madera, algo que se había anclado dentro del muslo y que si se extraía a la fuerza podía cortar vasos y tendones.

Gruñó y arrugó la nariz. Parecía pensativo, descontento, angustiado. Se volvió hacia la mochila y rebuscó. Tenía alguna venda, poca cosa y un mechero bastante viejo pero que aún tenía gas. Al menos detendría la hemorragia.
Miró enderredor. Se levantó y se acercó al pino más próximo, arrancó la rama más baja y volvió a la vera de la niña.
-Muérdelo.- Susurró mientras le tendía el palo. No la miraba, su único ojo estaba concentrado en la herida.
Sin más dilación prendió el mechero y deslizó la hoja de su puñal sobre ésta. Observó, olió y escuchó. El acero se tornó negro en un principio bajo la crepitante y diminuta llama, después granatoso, y finalmente rojo anaranjado. Sin dejar que el frío truncase su idea, hincó el filo del puñal en la carne de la pequeña, rebuscando en el músculo la entrada adecuada de la punta de la flecha.
Carne chamuscada, un aroma delicioso, aunque más delicioso fue ver -al fin- la punta de hueso tallado con intrincada y maliciosa forma, impregnada en el rojo y con dentelladas del acero que la había extraido.

-Saavuttaa*.
___________________________________

*Saavuttaa: [finlandés] Conseguido.
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Mensaje por Alcrin Lindel Lun Feb 11, 2013 2:01 pm

El can se acercó a ella, caminando con una delicadeza y cuidado que estaba lejos de pertenecer al reino animal, era completamente humano. Con pausa, agachó la cabeza y tras olisquearla con su largo hocico le dio un largo lametón a lo largo de la mejilla. La calidez de la lengua reconfortó las heladas mejillas de la niña, que suspiró intentando relajarse e ignorar el dolor por un tiempo.

En esos segundos en que ella se encontraba concentrada, a su lado apareció de nuevo la versión humana del lobo, completamente desnudo y agachado en la fría nieve. El hombre tenía una tez seria y dura, igual que su voz y pese a la enorme cicatriz era un hombre elegante y esbelto.

-No te muevas, voy a buscar mis cosas. Intentaré sacarte eso de la pierna- Hablaba pausadamente, como si cada frase fuese un mundo para él. Y antes de que Alcrin pudiese separar los labios, él se levantó y echó a correr hacia donde había dejado sus cosas tiradas para transformarse. La pequeña híbrida ni se inmutó ante su desnudez, no era la primera vez que trataba con alguien en esa condición, menos justo después de una transformación.

El hombre se vistió con rapidez y en menos de un minuto ya había vuelto al lado de Alcrin, que seguía sentada en el suelo, apoyada en el tronco de un árbol y con las manos rodeando la herida y presionándola para evitar perder demasiada sangre. El joven traía consigo un puñal el cual acercó a la herida.

-Te dolerá. No grites. ¿Me has oído guapa?- Sabía de sobras que le iba a doler, no era la primera vez que resultaba herida en combate, aunque sí hacía mucho tiempo que nadie la llamaba “guapa” y no tenía demasiados buenos recuerdos de esas veces.

-Tranquilo- Siseó casi sin mover los labios mientras alzaba la cabeza para mirar el blanco cielo, respirando hondo. El hombre cortó su piel con el cuchillo, buscando un hueco por el que sacar la astillada madera sin herirla... sin duda había tenido suerte, no muchas personas debían saber el procedimiento adecuado.

La pequeña se mordió el labio inferior para contener el primer grito de dolor, luego el superior y finalmente la lengua, donde se produjo un corte con sus colmillos... le encantaba el sabor de la sangre, pese a no ser ningún vampiro, la tranquilizaba y lo aprovechó para distraerse.

Él pareció darse cuenta, pues tras unos segundos sin hurgar en la herida, se levantó y le trajo una delgada rama para que la mordiera, a lo que Alcrin accedió encantada pues tampoco quería desangrarse por dos heridas a la vez, con una tenía bastante. Mientras la mordía, pudo ver como el joven empezaba a calentar la hoja del cuchillo con un mechero... sabía perfectamente lo que pretendía hacer y cerró los ojos a la espera. Llegó la primera puñalada e hincó los dientes en la madera, fracturándola levemente.

Notaba el ardor tanto fuera como dentro de su cuerpo, era casi insoportable pero por suerte sabía aguantarse bastante bien... lo hizo durante años.

-Saavuttaa- Pronunció el joven arrancando al fin la flecha a lo que Alcrin respondió con un profundo suspiro y luego un gemido. Poco a poco el dolor fue remitiendo, aunque de vez en cuando todavía podía sentir fuertes pinchazos.

Tras unos minutos de descanso, Alcrin se frotó la frente, retirándose algunos cabellos de su rostro y sonrió levemente al joven, inclinando la cabeza hacia él.

-Estoy en deuda contigo joven... mi nombre es Alcrin, Alcrin Lindel... me ha alegrado encontrarme contigo, pese a que no eres humano- Con un gran esfuerzo, y el apoyo del árbol a su espalda, Alcrin se puso en pie tras terminar el vendaje de su herida. No podía apoyarse en su pierna izquierda así que iba cojeando pero parecía poder mantener el equilibrio perfectamente.

-Siento tener que pedírtelo pero... necesito abusar un poco más de tu amabilidad... mientras era perseguida me he ido desprendiendo de algunas cosas que necesito recuperar, son muy importantes para mi... después... puedo intentar recompensarte como gustes... pero no me pidas que hagamos una maratón- Alcrin era muy seria en ese sentido, jamás mentía ni incumplía una promesa, era algo que odiaba... y se le daban muy mal los chistes y las relaciones con las personas, por eso mayormente estaba siempre sola.
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Mensaje por Ritva Mar Feb 26, 2013 4:04 pm

Su interveción para salvar la pierna de la niña había sido un éxito rotundo. La extracción de la punta de flecha había provocado una profusa hemorrágia que había sido subsanada con un vendaje compresivo algo rudimentario, así que todo volvía a estar bajo control. Volvió a echar un vistazo por los alrededores para comprobar que no había peligro alguno y que los enemigos de la pequeña habían huido ante su aparición.
Desvió la atención a su protegida recién vendada. Tardó unos cuantos minutos en acostumbrarse al dolor, que seguramente sería bastante sofocante, pero gracias a la cauterización que había practicado con el puñal se había asegurado una cicatrización limpia y exenta de infecciones. La sonrisa que le dedicó la niña le tranquilizó.

-Estoy en deuda contigo joven... mi nombre es Alcrin, Alcrin Lindel... me ha alegrado encontrarme contigo, pese a que no eres humano. -La pequeña se levantó haciendo alarde de un gran esfuerzo, pero quedó claro en apenas un instante que no llegaría muy lejos por sí misma.- Siento tener que pedírtelo pero... necesito abusar un poco más de tu amabilidad... mientras era perseguida me he ido desprendiendo de algunas cosas que necesito recuperar, son muy importantes para mi... después... puedo intentar recompensarte como gustes... pero no me pidas que hagamos una maratón.

El muchacho se giró al instante. Sabía a qué se refería, pues entre la nieve había podido ver una especie de máscara rígida, blanca como un cascarón de huevo, que con la ventisca había quedado medio sepultada y pocos metros más al sur, sobresaliendo como el grotesco mástil de una embarcación barada en la arena, estaba el arma de la cría. Corrió primero hacia la máscara y la tomó entre sus manos dándole la vuelta para mirarla con detenimiento. En el frontal tenía pintadas unas marcas carmesíes que simulaban marcas de alguna especie de animal. Cuando tomó la guadaña pudo ver lo hermosa que era. Tenía una hermosa talla en forma de luna creciente en la hoja y un gravado de extrañas letras en el filo. Arrancó el arma de la nieve y pensó que tal vez era un objeto demasiado pesado para una niña pequeña... pesado y peligroso.
Se acercó a Alcrin con ambos objetos y los dejó a sus pies, agachándose levemente para quedar a su misma altura.

-Ritva.- Sonrió para acompañar a su nombre. De nuevo quedó claro que era un hombre de pocas palabras.- Tengo que llevarte a algún sitio seguro. ¿Conoces?- Su marcado acento del norte le daba un aura un tanto tosca, pero para nada amenazador... al menos no con ella.

Se separó levemente de la niña para esperar su respuesta y le dió la espalda. Quería comprobar de nuevo que el bosque siguiese siendo un lugar seguro para ambos. Estaba tan acostumbrado a ser perseguido, que no se fiaba de los momentos de calma, demasiado a menudo éstos resultaban ser una trampa mortal. "El bosque habla a cada momento... cuando calla algo malo pasa." solía pensar.
Ante los ojos de Alcrin, Ritva se movía de una forma estudiada, sus movimientos pocas veces eran innecesarios o rebuscados y sus gestos resultaban divertidamente caninos, animales, precisos. Ladeó la cabeza mientras escucha. Estaban solos.

-¿Tienes hambre?- Se giró- Hay perdices en el bosque.- Sonrió.
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Mensaje por Alcrin Lindel Dom Mar 03, 2013 11:24 am

El joven a veces parecía más una máquina que una persona, sus acciones parecían automatizadas y meticulosas, muy ordenadas... incluso demasiado para Alcrin a quien motivaba más la agilidad y la rapidez en la toma de decisiones. Él miraba al cielo y el horizonte, casi oliendo el aire que lo envolvía, como si el viento le trajera todas las noticias que deseaba oír.

A los pocos segundos de haber realizado su petición, como si ya supiera lo que la pequeña híbrida quería, el chico empezó a correr hacia el sur en línea recta, evitando siquiera ser rozado por las ramas bajas de los árboles. Encontró su máscara con una facilidad pasmosa, pese a lo mucho que se camuflaba el color con la nieve. La guadaña fue algo bastante más sencillo en comparación con la máscara. Se quedó unos segundos mirando ambos objetos, parecía sentir curiosidad más que miedo o intriga por las pertenencias de la pequeña, lo cual alegraba a Alcrin, no parecía que tuviese que preocuparse por un enfrentamiento con el desconocido.

-Ritva- Dijo entonces sécamente, devolviéndole las cosas con pasividad -Tengo que llevarte a algún sitio seguro. ¿Conoces?- Alcrin hizo algo parecido a una sonrisa, torciendo los labios hacia un lado. Con una leve agitación, la vara de su guadaña se encogió hasta prácticamente desaparecer y se colgó la hoja de la espalda. La máscara se la dejó atada por encima de la cabeza, cubriéndola con el velo que hacía a la vez de capa. Seguro que Lindel no estaba muy contenta de haberla dejado tirada en la nieve, así que de momento no se pondría la máscara.

-Los bosques son territorio élfico, ellos se mueven con más destreza que nadie, así que mientras sigamos por aquí estaremos en peligro... lo mejor sería llegar a alguna aldea apartada... o algún campamento... hay muchos abandonados por estas tierras, de expediciones fallidas por llamarlas de alguna forma- Y es que los humanos no solían ser capaces de sobrevivir a esas temperaturas tan hostiles.

Alcrin dio un par de saltos a la pata coja para colocarse al lado de Ritva, cuando éste se giró de nuevo, para hablar:

-¿Tienes hambre? Hay perdices en el bosque- Sin duda sería un buen espectáculo verlo cazar perdices en ese ambiente, la pequeña estaba deseando ver todas las capacidades de ese chico, quien sabe si podría llegar a confiar suficiente en él como para contarle sus planes... y a lo mejor hasta lograba que se uniera a su causa... pero no era un buen momento.

-Estoy bien, comí ayer antes de emprender el viaje, no suelo comer a diario, estoy acostumbrada a ir con el estómago vacío... una vez estuve casi un mes sin comer nada más que raíces secas- Eso le recordó unos momentos no muy agradables de su vida pasada que prefería dejar aparcados, así que prefirió no seguir por ese camino y procuró cambiar de tema rápidamente -Creo que lo primero será encontrar algo donde estar a cubierto y ocultos de posibles refuerzos por parte de los elfos- Alcrin intentó hacer memoria, cruzándose de brazos y cerrando los ojos, había visto bastante bien el paisaje cuando se había subido a los árboles para cortar el brazo al elfo que la perseguía, sabía que había una pequeña montaña.

-Al sur, he visto un monte bastante despejado de vegetación, allí podría haber alguna cueva o algo que podamos usar para ocultarnos- Ella misma quiso empezar a andar, pero a los dos saltos a la pata coja cayó de rodillas por un pinchazo en la pierna herida, así que tendría que seguir dependiendo de Ritva muy a su desgana.

-Creo que... voy a necesitar tu espalda... o al menos algo de apoyo si queremos llegar hoy antes de que empiece a anochecer-
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Mensaje por Ritva Lun Mar 04, 2013 9:15 am

-[...] Lo mejor sería llegar a alguna aldea apartada... o algún campamento... hay muchos abandonados por estas tierras, de expediciones fallidas por llamarlas de alguna forma.

La niña guardó sus pertenencias y mientras ésta hablaba, Ritva colgó su mochila a su espalda y se volvió hacia ella. Según decía el bosque no era seguro, pese a que él estaba convencido de que en ese mismo momento nadie les acechaba y que podrían hasta hacer una hoguera para comer cualquier cosa sin ser vistos. De hecho le sugirió detenerse para cazar y alimentarse. Hacía apenas media hora su estómago había rugido con furia animal y lo había ignorado, pero eso no podía alargarse demasiado, cuando tenía hambre tenía que comer.

-Estoy bien, comí ayer antes de emprender el viaje, no suelo comer a diario, estoy acostumbrada a ir con el estómago vacío... una vez estuve casi un mes sin comer nada más que raíces secas. Creo que lo primero será encontrar algo donde estar a cubierto y ocultos de posibles refuerzos por parte de los elfos. Al sur, he visto un monte bastante despejado de vegetación, allí podría haber alguna cueva o algo que podamos usar para ocultarnos

La pequeña era un encanto. La observó mientras ella hablaba con media sonrisa en el rostro fijándose en sus facciones, en sus gestos y en sus manitas de dedos diminutos y frágiles. Su cabello le tenía cautivado, era del mismo blanco que la nieve que caía del cielo y sus ojos eran del color de las entrañas de una presa recién sacrificada. Le llamó la atención su naricilla redondita y respingona que se movía levemente a cada sílaba pronunciada. Ritva parecía hipnotizado mientras la miraba y fue en ese instante cuando decidió: iba a protegerla costase lo que costase.
Alcrin intentó dar unos pasos hacia él, pero los músculos desgarrados de su muslo no pudieron soportar el peso y el esfuerzo que suponía dar un paso y flaquearon haciéndola caer de rodillas en la blanda nieve en polvo.

-Creo que... voy a necesitar tu espalda... o al menos algo de apoyo si queremos llegar hoy antes de que empiece a anochecer.

Sin duda así era. Ladeó la cabeza mientras sopesaba las posibilidades y desvió la mirada hacia el sur, donde la niña aseguraba que había un montículo desforestado donde tal vez encontrarían grutas naturales o hasta algún resto de campamento humano. Darle apoyo, ya fuese en forma de bastón o dejando que ella se recostase en uno de sus brazos, era poco factible. Tardarían demasiado y la pequeña tendría que soportar un dolor agudo y punzante que podría hacerla desfallecer y hacerles perder un tiempo valiosísimo para resguarecerse.
Ritva se acucliyó de espaldas frente a la niña, puso su mochila colgada en la parte delantera de su propio pecho y la miró de reojo con una sonrisa.

-Sube.- Se limitó a decir.

Tenía mucha fuerza y Alcrin pesaba poquísimo, así que no le costó nada levantarse. Observó el sur del bosque con atención y sus aletas nasales se dilataron durante unos largos segundos. El viento les acompañaría dirección sur, cosa que era de agradecer, pues cuando el viento viaja contigo tu olor también lo hace y dificulta sobremanera el que cualquiera pueda seguir tu rastro a tus espaldas. Dió dos saltitos para asegurarse de que la niña estaba bien sugeta y echó a correr con grandes zancadas.
Sus botas quedaban hundidas hasta media caña en la virginidad de la nieve que pisaba y junto a sus cabezas, las ramas siseaban en una especie de rumor secreto que Ritva parecía llegar a entender. En alguna ocasión salía al paso de ambos una pequeña bandada de pájaros que se ocultaban en las ramas o una liebre de las nieves que se creía en peligro en su escondrijo de tierra y hielo.
Podía escuchar claramente las palabras de Alcrin, pese a ello cuando corría no hablaba -cabe decir que cuando estaba quieto tampoco era hombre de grandes discursos- y la pequeña cría podía llegar a sentir que hablaba sola o con un animal.

Cubrieron unos cuantos kilómetros a pie antes de encontrar la pequeña colina desnuda que la niña había visto desde las alturas. Se trataba de un montículo de apenas siete metros de altura repleto de grandes formaciones rocosas en la cara este que podrían servirles de refugio durante unos días. Sin apear a la pequeña de su espalda investigó la zona como él solía hacer. Olfateó el aire durante un par de minutos mientras miraba con ateción a cada rincón que su único ojo llegaba. Escuchó estático el ruido de la naturaleza y palpó con la mano desnuda la nieve y la tierra que cubrían el suelo.

Humedad, foresta en descomposición, pequeños mamíferos invernando; crujido de insectos alimentándose y siseo del aire chocando contra las rocas; un paisaje desértico, muchos lugares donde ocultarse; tierra mojada, nieve compacta...

-Es perfecto.- Anunció dirigiéndose a una de las grietas más grandes que había entre las formaciones rocosas. Ahí pasarían la noche, estaba decidido.
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Mensaje por Alcrin Lindel Dom Mar 17, 2013 7:45 pm

A más tiempo pasaba con él, más mecánicos le parecían sus movimientos, era increíble lo muy estudiados que parecían todos y cada uno de sus movimientos, ninguno en vano, sin malgastar fuerzas ni exhibir nada... tal vez Alcrin debería intentar quedarse con esa idea y empezar a usarla, siempre había sabido que sus movimientos (sobretodo defensivos) eran un derroche de energía impresionante, pero es que jamás nadie le había enseñado a combatir, ella había sido su única maestra.

Al instante de realizar su sugerencia y petición, Ritva se agachó delante de ella, pasando su mochila a su pecho, dejando libre la espalda y ofreciéndose como montura para la pequeña. Alcrin no pudo evitar sufrir un sonrojo en sus mejillas de pura vergüenza, jamás se había visto en una situación tan precaria y mucho menos era de las que solía pedir ayuda para nada.

-Gr... gracias- Logró decir, tras un salto algo desequilibrado y una vez acomodada en la ancha y cálida espalda de Ritva... menuda musculatura tenía, sólo de acariciarla con la punta de los dedos le daban ganas palpar cada centímetro, era impresionante que estando tan fornido pudiera moverse con semejante agilidad y soltura.

Tras un par de comprobaciones, Ritva empezó a correr con largas zancadas, dejando atrás aquel pequeño claro donde tantas cosas habían sucedido en tan poco tiempo. En escasos segundos, culpa de la densa vegetación ya lo había perdido de vista, y delante de ellos se habría un paisaje completamente nuevo. En poco tiempo, el terreno pasó de plano a levemente inclinado de forma ascendente, lo cual indicaba que habían llegado al pequeño monte, ahora sólo faltaba tener un golpe de suerte.

Justo cuando el sol empezaba a volverse rojizo tras las espesas nubes blancas del cielo y el paisaje parecía bañado en una violenta sangría, Ritva se detuvo frente a una grieta que parecía lo suficientemente ancha hasta para su cuerpo adulto. No estaba nada mal, el sitio estaba cubierto por una gruesa roca que se alzaba imponente a los lados, dejando la grieta casi imperceptible, sobretodo de noche... si era suficientemente profunda, hasta podrían hacer fuego de noche sin peligro de que los descubrieran por ello.

-Es perfecto- Puntualizo Ritva, apoyado en la entrada. Alcrin todavía no lo veía tan claro, pero sin duda era más de lo que esperaba hacía apenas unos minutos. Dándole unas palmadas de aviso, la pequeña se bajó de la espalda del joven, y levemente agachada para asegurarse que su ropa no se rasgaba. Los primeros metros no eran más que eso, una simple grieta, pero al poco, y tras una leve bajada bastante llana, la cueva se anchaba hasta el punto que seguramente, incluso Ritva podría moverse completamente erguido.

Al verse al fin a salvo de cualquier peligro inminente, Alcrin no pudo más que soltar un largo y profundo suspiro, para luego dejarse caer en el suelo, apoyando su espalda contra la pared y dejando su pierna herida estirada. Podía oír a Ritva entrar en la cueva, con un poco más de dificultad que ella, pero no parecía tener problemas.

Ahora que al fin podía relajarse, Alcrin se retiró el manto que cubría su cabeza y gran parte de su cabello y espalda, así como la cofia que simulaba unas orejas felinas que caían a los lados de su cabeza, sin toda aquella ornamenta, la pequeña híbrida parecía incluso más infantil de lo que ya era por su aspecto físico. Pero poco le importaba ya qué aspecto ofrecía, pues ya le había dejado ver incluso más de lo necesario a Ritva, como para preocuparse ahora.

Al retirarse el manto, Alcrin dejó al descubierto que en su espalda no llevaba sólo la guadaña, sinó también una pequeña bolsa de viaje, que parecía bastante comprimida, para reducir al máximo el bulto.

-A los de tu raza os gusta más la carne cruda creo recordar... pero por si acaso no hay suerte con la caza ahora que anochece, tengo unas reservas que podemos utilizar- Mientras hablaba, Alcrin fue deshaciendo los nudos de la bolsa hasta abrirla por completo, descubriendo que sólo era un manto muy bien atado, dentro habían algunas telas limpias, que solía usar para arreglar su ropa en caso de accidente, carne seca para permitir su buena conservación y pequeñas herramientas que servían para limpiar y conservar en buen estado su preciada arma. No viajaba con nada más por lo general.

-Siento no poder ofrecerte más... después de todo lo que has hecho por mi- Alcrin realmente se sentía mal, al ser incapaz de devolver un favor tan grande como el que él le había dado, pero Ritva no parecía demasiado hablador, así que el truco de “puedes preguntarme lo que quieras” no iba a funcionar... aunque a lo mejor podía adaptarlo al estilo de Ritva.

-¿Qué te parece si hacemos un intercambio rápido de información?- Era algo que no había podido probar antes, pues no había estado tanto tiempo acompañada desde hacía décadas -Te diré como funciona, creo que te gustará, ya que no necesitas hablar demasiado. Es fácil... por ejemplo, yo digo algo sobre mi, mi nombre, tu respondes con el tuyo y dices algo sobre ti a lo que yo respondo con su equitativo. Nombre: Alcrin Lindel, tu dirías Ritva... ¿Qué te parece?- Dijo finalmente, acercándole la carne seca, tirando de la tela que la cubría, como si le estuviera haciendo una ofrenda ceremonial al joven lupino.
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